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El Señor ha hecho grandes cosas por ti

Matutinas para Mujeres 2020

Durante muchos años había permanecido encerrado en una cárcel. Para él aquella era una desgracia mayor que para muchos otros, pues era pastor de una iglesia cristiana. Por si eso fuera poco, había acabado entre rejas por un delito que no había cometido.

Pero aunque hubiera sido acusado injustamente, eso no le servía de nada allí dentro. Como uno más, tuvo que cumplir una condena demasiado dura. Hasta que, por fin, llegó el día en que su inocencia quedó demostrada. ¡Por fin pudo respirar de nuevo! No solo en el sentido figurado, sino también en el literal: respiró una vez más el aire fresco del mundo exterior, tan distinto al aire viciado del interior de una cárcel.

Aquel día, el día de la liberación, el corazón le latía a mil por hora. El momento ansiado fue tan maravilloso como había soñado. Y además, había un ingrediente que había hecho toda aquella experiencia especial: su testimonio. Muchas personas habían sido testigos de las maravillas que Dios había hecho en la vida de este pastor.

«El Señor afirma: “Ustedes son mis testigos, mis siervos, que yo elegí para que me conozcan y confíen en mí y entiendan quién soy. Antes de mí no ha existido ningún dios, ni habrá ninguno después de mí»» (Isa. 43:10). ¿Sabes? Somos cartas abiertas que todo el mundo puede leer. ¿Qué leerán en ti? ¿Tal vez gestos de angustia, palabras de rencor, ceños fruncidos, lobreguez y crítica?

¿O verán todo lo contrario: vitalidad y optimismo, sonrisas, gestos de agradecimiento, palabras cordiales y de gozo, obras que concuerdan con una fe firme en Dios y con los frutos del Espíritu?

El Señor ha hecho tantas cosas por ti, que es imposible contarlas todas. Algunas manifiestas, que tú habrás visto; otras de las que tal vez ni te hayas dado cuenta, pero que no por eso han sido menos reales.

Y dos que constituyen la base de nuestra vida aquí y ahora: su venida a este mundo para ofrecernos salvación y vida eterna, y su obra intercesora en el cielo para asegurarse de que algún día estemos con él allá. Siendo así, nuestra boca y nuestros labios no pueden menos que expresar agradecimiento.

«Nuestra boca y nuestros labios se llenaron de risas y gritos de alegría; entonces los paganos decían: «¡El Señor ha hecho grandes cosas por ellos!»

Salmos 126:2