Ayer hablábamos del rencor y hoy vamos a hablar del perdón, eso que nos cuesta tanto lograr cuando alguien nos ha hecho un daño real y profundo. El perdón es muy amplio y tiene muchos aspectos difíciles de cubrir en una sola página, pero hablemos de lo más básico. Comencemos por dejar claro qué no es el perdón.
Perdonar no es olvidar. De hecho, todo lo contrario: es recordar sin que duela. Pero a veces comentemos el error de creer que perdonar es olvidar, y por eso ponemos nuestro empeño en olvidar el mal que nos han hecho cuando en realidad el trabajo hay que hacerlo sobre el dolor.
¿Cómo trabajamos sobre el dolor? Encontrándole un sentido. ¿Qué hemos aprendido del daño que nos han hecho: tal vez nos hemos vuelto más sensibles, más dependientes de Dios, más maduras, más capaces de empatizar con otros en su propio momento de dolor? Céntrate en el crecimiento personal que la experiencia negativa ha traído a tu vida, de tal modo que cuando la recuerdes, puedas dar gracias a Dios por lo que te enseñó, en lugar de quedar atrapada en una espiral de rencor sin fin.
Perdonar no es excusar al que te ofendió. De hecho, todo lo contrario: es hablar con la persona, confrontarla y decirle que su actitud te ha hecho daño. Después, independientemente de si te pide perdón o no, tú avanza alejando el rencor de tu corazón. «Si tu hermano peca, repréndelo; pero si cambia de actitud, perdónalo» (Luc. 17:3).
Y entonces, ¿qué es perdonar? Perdonar es dejar de sentir resentimiento hacia la persona que te ofendió, aunque lo haya hecho a propósito. Es confiar en que, así como Dios es «justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1:9, RV60), nosotras también podemos extender ese beneficio a los demás, con la ayuda divina.
Dios tiene «misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades y echará a lo profundo del mar todos nuestros pecados» (Miq.7:19, RV95), ¿por qué no intentamos nosotras hacer lo mismo hacia quienes han pecado en nuestra contra? «Sopórtense unos a otros, y perdónense si alguno tiene una queja contra otro.
Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes» (Col. 3:13). Este es el valioso consejo que puede cambiar nuestra vida si lo ponemos en práctica.
«Ahora dice el Señor a su pueblo: «Ya no recuerdes el ayer, no pienses más en cosas del pasado»»
Isaías. 43:18