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Los enemigos menos pensados

Matutinas para Jóvenes 2020

«El falso testimonio es desechado; el que sabe escuchar puede hablar siempre»

Proverbios 21:28

Publio Cornelio Escipión (236-183 a.C.) fue uno de los generales romanos más brillantes de la historia. Después de quince años de arduas luchas, logró la victoria sobre el ejército de Aníbal en 202 a.C. en la batalla de Zama, a las afueras de Cartago, poniendo así fin a la Segunda Guerra Púnica.

Ahora, Roma era la dueña indiscutible del Mediterráneo. En el año 201 a.C. Escipión entró en Roma como todo un héroe en medio del más imponente de los triunfos, recibiendo todo tipo de recompensas y reconocimientos. Además, los soldados y el pueblo le concedieron el apodo de «el Africano», en alusión al pueblo que había vencido.

Los triunfos de las legiones romanas en la cuenca del Mediterráneo, desde Hispania hasta Siria, habían aportado enormes riquezas a Roma, transformando la austera ciudad dedicada a la agricultura en un lugar donde reinaban la opulencia, el lujo y los excesos.

Para mucha gente, tales cambios eran la causa de la corrupción moral y la adopción de un estilo de vida griego. Una facción tradicionalista de aristócratas romanos veía con malos ojos cómo se derrumbaban los antiguos valores de Roma. Para ellos, el culpable de todo era Escipión el Africano, cuyas victorias habían traído cambios a Roma. Así que decidieron buscar la forma de acabar con él a través de algún tipo de acusación.

Los ataques no pararon hasta que Escipión, cansado de escuchar las acusaciones, se retiró a su finca de Literno, cerca de Nápoles, argumentando que estaba enfermo. Ante esta situación, los tribunos Petilios propusieron ir en su busca para juzgarlo, pero Tiberio Sempronio Graco, enemigo personal de Escipión, dijo: «¿Va a estar aquí a vuestros pies, tribunos, el gran Escipión, conquistador de África?»

Escipión el Africano murió en su villa de Literno al poco tiempo. Séneca pondría en sus labios las siguientes palabras: «Sírvete, oh patria, de mis beneficios sin mi presencia. He sido para ti la causa de la libertad, seré también la prueba de que la tienes: me marcho si me he encumbrado más de lo que a ti te conviene».

No siempre las grandes victorias personales son apreciadas por los demás. Incluso, en ocasiones, lo que a nosotros nos parecen importantes logros son interpretados por otros como terribles calamidades. Las personas ingratas no tienen problema en calumniar y destruir a quienes les han dado todo tipo de beneficios, más bien están cegadas por el odio, la envidia y el resentimiento.

Este día ruega al Señor que te ayude a ser agradecido con los demás y a no ser parte de quienes calumnian a sus benefactores.