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El soborno te quita autoridad

Matutinas para Jóvenes 2020

«El que es ambicioso transtorna su casa, pero el que desprecia el soborno vivirá»

Proverbios 15:27

En 1519, la muerte del emperador Maximiliano I de Habsburgo desató una pugna por la sucesión del trono entre los dos principales candidatos: Francisco I de Francia y Carlos I de España. De acuerdo con la Bula de Oro, dictada a mediados del siglo XIV por Carlos IV, la elección imperial recaía sobre siete grandes príncipes del Imperio: el rey de Bohemia, los arzobispos de Colonia, Maguncia y Tréveris, y los príncipes electores de Brandeburgo, Sajonia y Palatinado.

Así que pronto se inició una lucha por ganar el voto de los electores con todo tipo de obsequios. Margarita de Austria, tía de Carlos, ofreció al arzobispo de Maguncia el Archicancillerato del Imperio, además de 103.000 florines de oro. Por su parte, el príncipe de Palatinado se embolsó 139.000 florines.

El arzobispo de Colonia salió un poco más barato: 40.000 florines. En total, se considera que Carlos se gastó alrededor de 800.000 florines en sobornos para asegurarse la corona del Sacro Imperio Romano Germánico.

Pero había un elector cuyo voto era una incógnita: Federico el Sabio de Sajonia, el protector de Martín Lutero. Roma estaba muy interesada en ganarse su apoyo para aplastar de una vez por todas a Lutero y sus seguidores. Así que envió emisarios a Federico incitándole a presentar su candidatura al trono del Imperio y le prometió el apoyo del Vaticano a cambio de su compromiso de frenar al monje agustino.

En realidad, se trataba de una gran tentación. Al saberlo los franceses, de inmediato trataron de acercarse al príncipe sajón; del lado de Carlos, se ofreció un posible matrimonio entre su hermana, Catalina, con el sobrino del elector, Juan Federico.

Pero nada de eso fue determinante, sino las nulas ambiciones de Federico el Sabio, quien dio su voto a Carlos sin recibir ningún tipo de soborno. Por esa razón, Carlos se sintió obligado a respetar la protección que Federico brindó a Lutero hasta la muerte del elector. Posiblemente, de haber aceptado el soborno de alguna de las partes, la historia de la Reforma protestante habría sido muy diferente.

El consejo bíblico es: «No tuerzas el derecho. No hagas acepción de personas, ni aceptes soborno, porque el soborno ciega los ojos de los sabios, y pervierte las palabras de los justos» (Deuteronomio 16:19).

Ruega hoy al Señor que te aleje de las prácticas deshonestas.