«El que ama la lengua comerá de sus frutos; ella tiene poder sobre la vida y la muerte»
Proverbios 18:21
Erasmo de Róterdam (1466-1536) fue un brillante humanista, filógo, filósofo y teólogo holandés que se adelantó a su tiempo. Sus percepciones estaban muy por encima de sus contemporáneos. Pronto ocupó un espacio de gran influencia en el ambiente académico.
Llegó a ser considerado como el rey entre los eruditos, ya que combinaba su genio con la cultura clásica, sus conocimientos bíblicos, su vívida imaginación, su penetrante discernimiento y su refinado lenguaje. En realidad, ningún ser humano había alcanzado semejante nivel de conocimiento en la república de las letras.
Erasmo se esforzó por acercar los estudios lingüisticos a la ciencia. Sus traducciones del Nuevo Testamento lo convirtieron en una autoridad en temas hermenéuticos. Con sus aportaciones, hizo más que cualquiera de sus contemporáneos para preparar el terreno hacia el desarrollo de la Reforma protestante a través del impulso que dio al estudio de los textos clásicos, bíblicos y patrísticos, así como sus satíricas exposiciones de los abusos eclesiásticos, la ignorancia de los clérigos y el fanatismo religioso.
Las críticas de Erasmo a las jerarquías y los poderosos de su tiempo despertaron inquietudes en varias mentes, incluyendo a Martín Lutero.
El estallido de la Reforma en Alemania sacudió un buen número de zonas de Europa. Entonces muchas miradas se dirigieron a Erasmo. ¿A qué bando iba a apoyar? ¿Se decantaría por los reformadores o por los papistas? Pero él decidió hacer un alto y mantenerse en una neutralidad inaceptable para ambos bandos, quienes le lanzaron fuertes críticas.
Apareció como un cobarde y un desleal. Incluso se sintió impulsado a escribir algunos textos en contra de las ideas de Lutero, quien le respondió con bravura. Su prestigio y buen nombre resultaron muy perjudicados. Eso lo llenó de tristeza y amargura en sus últimos años.
Es posible que una mente tan brillante como la de Erasmo no mereciera el trato del que fue objeto. Sin embargo, quedó atrapado en un fuego cruzado entre católicos y protestantes del que no supo salir bien librado, tal vez porque uno no se puede mantener neutral en cuestiones de fe.
¿Hasta dónde es prudente hablar y lanzar reclamaciones? ¿Estás listo para defender tus posturas si se te exige una explicación de las mismas? ¿Vas a sostener tus palabras delante de todo el mundo? ¿Te das cuenta de que habrá momentos en que las circunstancias te conducirán a decantarte por una postura? Puedes llegar a un punto en que la indefinición no sea lo más prudente. ¿Estarás preparado para cuando eso suceda?
Pide este día al Señor que te ayude a tomar las mejores decisiones a la hora de expresar tus ideas.