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“Para que triunfe el mal, basta con que los hombres de bien no hagan nada”. – Edmund Burke

Matutina de Adolescentes

«Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser, con todas tus fuerzas y con toda tu mente’ y: Ama a tu prójimo como a ti mismo'»

Lucas 10:27

En el verano de 1942, los nazis dieron la orden de acorralar a todos los judíos de Francia. Se les dijo a los judíos que los enviarían a trabajar en granjas, pero en realidad iban camino a terribles campos de concentración. La policía francesa asumió esta tarea asignada por los alemanes como cualquier otro trabajo. De hecho, nadie se quejó demasiado al ver que miles de sus vecinos eran arrestados; excepto en el poblado de Le Chambon-sur-Lignon, en las montañas del sur de Francia.

Los pobladores eran protestantes que habían sufrido cientos de años de persecución en manos de la Iglesia Católica. Bajo la dirección de uno de sus pastores, Andé Trocmé, se rebelaron contra este cruel trato a otra minoría religiosa. Entonces, los pobladores escondieron judíos (familias, huérfanos, fugitivos) en sus casas, granjas e incluso edificios públicos.

Cuando las patrullas nazis iban a recorrer el pueblo buscando judíos, los habitantes enviaron a sus huéspedes judíos al bosque. «Apenas se iban los soldados, íbamos al bosque y cantábamos una canción», recuerda uno de los pobladores. «Cuando ellos oían esa canción, los judíos sabían que era seguro volver a casa».

«La mayoría de los refugiados judíos eran niños», dice facinghistory.org. «Los pobladores les proveían comida, alojamiento y documentos de identidad falsos».

El hecho de desafiar a los nazis puso a todos en peligro. El pastor Trocmé y su ayudante fueron arrestados y estuvieron en prisión por un mes. El primo del pastor, que tenía un orfanato donde escondía niños judíos, fue arrestado y luego asesinado en un campo de concentración.

¿Por qué estuvieron dispuestos a asumir esos riesgos cuando tantos otros no hicieron nada? Quizá se puede encontrar una pista en la manera en que el pastor Trocmé terminaba cada uno de sus sermones.

Siempre le recordaba a la gente las palabras de Jesús, y decía: » ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo’. Ve y ponlo en práctica».