«Se vivir humildemente y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad»
Filipenses 4:12
La psicología ha ofrecido diversas definiciones de inteligencia: capacidad de razonamiento abstracto, habilidad para resolver problemas, facilidad para aprender, facultad de procesar información con rapidez y eficacia, destreza para las tareas escolares, entre otras. La definición biológica guarda relación con el texto de hoy: inteligencia es la capacidad de adaptación.
En efecto, para muchos expertos, el sujeto inteligente es capaz de encajar los retos nuevos y afrontarlos con éxito, mudarse a un nuevo domicilio, región o país y pronto ajustar su vida a la nueva situación, perder (o ganar) ingresos económicos y amoldarse a las nuevas circunstancias. Y es aquí donde el apóstol nos ofrece su testimonio de saber vivir con humildad o con abundancia, según se nos presenten las circunstancias.
Tuve la oportunidad de vivir y trabajar durante casi una década en Inglaterra. Allí observé cómo algunos miembros de la clase alta, propietarios de bienes raíces de mucho valor, habían visto reducidos sus ingresos y tenían que decidir entre vender o endeudarse.
Mientras que algunos se desesperaban añorando el pasado, otros tomaban medidas creativas, por ejemplo, abrir al público sus mansiones, previo pago de un precio de entrada, y permitir a turistas y curiosos entrar en aquellos salones magníficos, contemplar los tesoros artísticos y hacerse fotografías en los preciosos jardines circundantes.
No les resultaba placentero llenar la casa de extraños durante los meses estivales, pero lo cierto era que de aquel modo podían afrontar los gastos de sus fincas y mantenerlas en la familia. Supieron adaptarse a los cambios.
Pablo se refiere a los contrastes de su propia vida: de poderoso y adinerado miembro del Sanedrín (Hechos 26:4-5) a seguidor de Jesús en la adversidad y en la pobreza (2 Corintios 6:4,5). El problema de las adicciones, más que ningún otro, necesita de esa habilidad adaptativa, pues resulta muy difícil (sin conocer el «secreto») abandonar una adicción y no volver a caer en ella. Es necesario utilizar el método de Pablo para adaptarnos a la nueva vida sin la conducta adictiva.
¿Es la capacidad adaptativa heredada o aprendida? Según el apóstol Pablo, es aprendida: «He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación» (Filipenses 4:11). El «secreto» lo revela en el versículo 13: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13). Otra vez más, hemos de concluir que la solución última a cualquier forma de adicción es el poder de Jesús.