«Yo reprendo y castigo a todos los que amo; se, pues, celoso y arrepiéntete»
Apocalipsis 3:19
Según el Diccionario de la lengua española, el significado del verbo reprender es «corregir, amonestar a alguien vituperando o desaprobando lo que ha dicho o hecho». Implica confrontar a alguien con la maldad de sus acciones con el fin de llevarle al arrepentimiento.
La Biblia enseña que Dios reprende y castiga por amor. Pero, aunque el propósito sea positivo, la mayoría de las personas prefiere escuchar palabras agradables y tiende a enojarse, defenderse o atacar a la persona que tuvo el valor de reprenderlas. La Palabra de Dios expone diversas maneras de reprender que van desde una delicada amonestación, hasta una severa reprimenda (Mateo 18:15; 1 Timoteo 5:20).
Una de las primeras reprensiones que dirigió Jesús fue hacia su propia madre. Durante las bodas de Caná, al ver a Jesús rodeado de discípulos, en su orgullo de madre María deseaba que los presentes supieran que su hijo era el enviado de Dios. Entonces, viendo que se había terminado el vino, lo buscó para hacer un milagro.
Jesús, con respetuosas palabras, le dio a entender que su relación con ella no le daba derechos especiales sobre él ni la facultad para dirigirle en su misión (El Deseado de todas las gentes, pág. 120).
Cuando Santiago y Juan propusieron que descendiera fuego del cielo para consumir a quienes no quisieron recibir a Jesús, él los reprendió porque no había venido «para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas» (Lucas 9:56). Y también Pedro recibió una dura reprensión al tratar de desviar a Cristo de la muerte que le esperaba (Mateo 16:23).
¡Qué decir de los altos dignatarios de su tiempo! Fueron llamados hipócritas,«porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia» (Mateo 23:25).
La Palabra de Dios está colmada de reprensiones. En todas las épocas, los siervos de Dios han llevado estos mensajes a un mundo al que no le gusta oír el consejo, ni quiere mejorar su conducta. Solo unos pocos aceptarán la reprensión como un acto de bondad y un gran favor (Salmos 141:5). «Satanás está listo para remarcarnos todo aquello bueno que poseemos, sin embargo, un amigo fiel nos mostrará nuestros defectos», escribió el clérigo anglicano del siglo XIX, Charles Simeon.
Ahora piensa, ¿acepto con gratitud las reprensiones que vienen del cielo o me defiendo de aquel que no me halaga con palabras atractivas? Que Dios nos dé humildad y sabiduría para distinguir sus entrañables reprensiones. Hay un propósito piadoso que busca guiar al arrepentimiento.