«Los que habían arrestado a Jesús lo llevaron a la casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde los maestros de la ley y los ancianos estaban reunidos».
Mateo 26:57
-Después de su agonía en Getsemaní, Jesús y sus discípulos se encontraron con la turba que venía por él -empezó hablando la mamá-. Preguntaron quién era Jesús, y él respondió. En ese momento, el ángel que había estado con él se interpuso entre la turba y Jesús, la luz celestial lo iluminó y los de la turba cayeron como muertos.
El ángel desapareció y cuando los hombres se recuperaron tomaron a Jesús y le ataron las manos. Judas se acercó y le dio un beso para dar la señal de que él era al que andaban buscando. Jesús, triste, le dijo que con un beso lo estaba entregando.
¡Pobre Judas! ¡Cómo traicionó a Jesús! Los discípulos estaban extrañados de que su Maestro se dejara llevar preso. Molesto, Pedro sacó su espada y cortó la oreja del siervo del sumo sacerdote. Jesús se liberó las manos, tomó la oreja y la puso nuevamente en su lugar. Le dijo a Pedro que esa no era la forma de defenderse, ya que podían haber venido los ángeles para librarlo.
Asustados, los discípulos huyeron.
-Pedro había dicho que estaría con Jesús siempre -comentó Susana.
—Y lo negó tres veces —agregó Mateo.
-Jesús fue abandonado por sus discípulos —continuó la mamá-. Adicionalmente, Anás, Caifás y el Sanedrín, pero sin incluir a José de Arimatea ni a Nicodemo, llamaron testigos falsos que acusaron a Jesús de querer establecer otro gobierno; de esa manera podrían los romanos enjuiciarlo. Únicamente por causa justificada podía la autoridad romana dar sentencia de muerte.
-Tenían que inventar algo -comentó Susana.
-Sí, lamentablemente. Jesús fue sentenciado injustamente por amor a nosotros —concluyó la mamá.
Tu oración: Querido Jesús, ayúdame a no abandonarte en los momentos más difíciles de mi vida.
¿Sabías qué?
En la turba que tomó preso a Jesús venían el sumo sacerdote, sacerdotes, soldados romanos y Judas.