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“Hay demasiada gente que gasta dinero que no ganó, en comprar cosas que no quiere, para impresionar a gente que no le cae bien”. – Will Rogers

Matutina de Adolescentes

«Ezequías se alegró al recibir esto, y les mostró a los mensajeros todos sus tesoros: la plata, el oro, las especias, el aceite fino, todo su arsenal y todo lo que había en ellos. No hubo nada en su palacio ni en todo su reino que Ezequías no les mostrara»

Isaías 39:2

¡Oh, oh! Siento que estoy por soñar despierto. Es el sueño de que soy rico.

Conduzco un Lamborghini y todos están realmente impresionados.

¿Qué comprarías para impresionar a tus amigos? ¿Quizás un par de zapatillas de trescientos dólares, o una chaqueta de mil dólares? Como mínimo comprarías un iPhone nuevo en lugar de tener que usar el teléfono celular que era de tus padres y ya no usan.

Mira, es un sueño. ¿Por qué no arriesgas todo? Podrías comprar un Rolex de ocho mil dólares. O una cartera Hermes de 120 mil. ¿Y si tus padres te pudieran llevar al colegio en helicóptero? Algunos se impresionarían, ¿no?

Neil estaba tratando de impresionar a un socio y lo invitó a dar una vuelta en su Ferrari de doscientos mil dólares. En una ruta secundaria, aceleró de 0 a 165 kilómetros por hora en siete segundos. Su «amigo» lo filmó y lo entregó a la policía. A Neil le sacaron la licencia de conducir por 18 meses.

La Biblia cuenta la historia de Ezequías, quien recibió representantes del rey de Babilonia. Él quería impresionarlos con todos los tesoros de su palacio. Más tarde, el profeta Isaías preguntó qué habían visto estos visitantes. «No hay nada en mis tesoros que yo no les haya mostrado», declaró Ezequías. Isaías profetizó que llegaría el momento en que todos los tesoros de Ezequías serían llevados a Babilonia.

Impresionar a las personas es solo otra función del orgullo, el pecado más antiguo del universo. Provoca envidia, celos y resentimientos peligrosos. Podemos soñar despiertos con impresionar a otros; pero, al final, puede ser una pesadilla.