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La ciudad de los dioses

Matutinas para Jóvenes 2020

«Un pueblo justo es un gran pueblo, pero el pecado deshonra a las naciones»

Proverbios 14:34

Cuatrocientos años antes de Cristo comenzaron a asentarse pequeñas aldeas en la zona donde se ubicaría la futura ciudad de Teotihuacan (en México). Doscientos años después, las poblaciones se fueron uniendo hasta llegar a los diez mil habitantes. Además, debido a la destrucción de Cuicuilco, ocasionada por la erupción del Xitle, muchas personas se fueron estableciendo en torno a Teotihuacan atraídos por la prosperidad industrial de la región.

Dos siglos después la ciudad había llegado a cincuenta mil habitantes y se levantaba como un centro religioso muy importante. Para entonces, la pirámide del sol había alcanzado su altura definitiva. Y durante los primeros siglos de nuestra era apareció la organización política y un estado con anhelos imperiales.

Entonces, se promovieron conquistas hacia el sur y llegaron a Oaxaca, Veracruz y Guatemala. Su hegemonía se basaba en la fuerza militar y en el comercio, así como en el prestigio cada vez mayor de la ciudad y de los dioses que la protegían (Ignacio Bernal, «Teotihuacan y la sociedad urbana», en Historia mínima de México, México: El Colegio de México, 2004, p. 28).

La ciudad de Teotihuacan alcanzó su máximo esplendor entre el 350 y 650 d.C. La población llegó a doscientos mil habitantes. Por supuesto, la religión era el centro de todo, donde una práctica muy importante eran los sacrificios humanos, en los que se extraía el corazón de la víctima mientras esta vivía.

De ahí que las armas de sus ejércitos no fueran para matar al rival, sino para herirlo, para después capturarlo y ofrecerlo en sacrificio. Dicha práctica no era exclusiva de la ciudad, también existía sufrió una invasión y luego fue incendiada, entre 650 y 700 d.C., la metrópoli sufrió una invasión y luego fue incendiada, saqueada y parcialmente destruida. No se sabe quién ni por qué llevó a cabo un hecho que conmovió a Mesoamérica. La caída de Teotihuacan modificó el panorama político de la región.

Teotihuacan, la gran capital de Mesoamérica, fue una orgullosa ciudad donde prosperó la cerámica, la artesanía, la arquitectura, la agricultura, las prácticas comerciales, pero cuyas costumbres religiosas sembraron el odio entre sus vecinos y rivales.

Los valores morales deben acompañar los grandes éxitos de tu vida. El apóstol Pablo los cita puntualmente: «Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Contra tales cosas no hay ley» (Gálatas 5:22, 23).

Si a tus habilidades y destrezas personales les agregas los grandes valores cristianos, seguramente tendrás un gran futuro.