«Dichoso el que lee y dichosos los que escuchan la lectura de este mensaje profético, y hacen caso de lo que aquí está escrito, porque ya se acerca el tiempo».
Apocalipsis 1:3
-Imaginemos que el apóstol Juan nos habla acerca de su experiencia en la isla —dijo el papá.
«Hola, soy Juan. Aunque me enviaron a la isla de Patmos, no me sentía solo, sentía la presencia de Jesús y sus ángeles que me acompañaban. Allí pude meditar en las grandes bendiciones que había recibido. Lo que más me preocupaba era la situación de los nuevos creyentes, y se los encomendaba a Dios.
»Un sábado, escuché una voz y vi a Jesús. Lo había visto en el monte de los Olivos, durante la transfiguración, también crucificado y después resucitado, pero ahora lo veía glorificado. Su vestido era resplandeciente, su cabello blanco como la lana, sus ojos brillaban como el fuego; andaba entre siete candeleros de oro, su voz era como el sonido de una trompeta. No pude soportar tal resplandor y caí como muerto.
»Me tocó y me dijo que no temiera, y que debía escribir todo lo que viera. El cielo se abrió y tuve el privilegio de ver el trono de Dios, y a los santos redimidos. También escuché música celestial alabando al Cordero que dio su vida por ti y por mí. Pude contemplar la historia de la iglesia a través de los siglos pasados y hacia el futuro, hasta el fin, cuando Jesús vuelva otra vez a buscarnos.
Cada una de las figuras y símbolos que veía tenían un significado, y todo llevaba al triunfo del bien sobre el mal. Pude ver a Satanás destruido junto con sus ángeles. Vi al pueblo de Dios sufrir por el Salvador, pero mantenerse fiel a pesar de las persecuciones. El mal llegaría a su fin y entonces el final feliz sería vivir en la Nueva Jerusalén, al lado de Jesús por la eternidad. Te animo a prepararte para ese gran día».
Tu oración:
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¿Sabías qué?
El mismo nombre de «Apocalipsis» o «Revelación» contradice a los que dicen que es un libro sellado.