“Cristo nos dio libertad para que seamos libres. Por lo tanto, manténganse ustedes firmes en esa libertad y no se sometan otra vez al yugo de la esclavitud”
Gálatas 5:1
Desde el punto de vista bíblico, la libertad es un legado de Dios a sus criaturas. Fuimos hechos para ser libres, derecho al que renunciamos cuando el pecado nos hizo esclavos. La libertad implica elección, decisión y responsabilidad. Sin embargo, la libertad es entendida hoy como el derecho de toda persona a hacer lo que desee, como dueña de su vida que es.
Esto no es bíblico. Este nuevo y extendido concepto de libertad implica decidir aunque no se esté dispuesto a hacerse cargo de las consecuencias. Lamentablemente, en una sociedad hedonista, la libertad se mira como sinónimo de excesos y búsqueda desenfrenada del placer inmediato. Esto, en realidad, es libertinaje.
Mucho se habla hoy de la “liberación femenina”, insinuando con ello que siempre hemos vivido en opresión, sin auténtica libertad. Esta forma de pensar puede resultar fascinante, si no tenemos cuidado. Por supuesto que, de acuerdo a la voluntad de Dios, debemos pensar, actuar y vivir en libertad.
La felicidad de la vida se encuentra a través de la autodeterminación para ser lo que deseo ser. Pero la mujer libre no desestima lo masculino; al contrario, lo aprecia y lo necesita. Tampoco es libre al atribuirse los roles masculinos. La libertad se encuentra en la concordia, el respeto mutuo y el rescate de nuestra esencia personal. La libertad se origina en el ser interno, y permite obrar según la propia voluntad puesta en sujeción a la voluntad de Dios.
Dios te hizo libre y desea verte libre; pero con la verdadera libertad. Levanta la cabeza y sacúdete las cadenas del miedo. No permitas que un sentido infundado de incapacidad te gobierne. En la Escritura leemos: “Conocerán la ver dad, y la verdad los hará libres” (Juan 8:32). Busca tu libertad en la verdad.
El desenfreno, los placeres ilícitos y el desprecio por las normas no te harán libre; solo lograrán encadenarte a la culpa, al desprecio por ti misma y a no comprender el significado de tu existencia. Confía en tu Creador y cumple sus propósitos en tu vida.
Pregúntale en oración: ¿quién soy?, ¿a dónde voy? y ¿cuáles son los planes que tienes para mí? Es así como tu rumbo en la senda de la vida te llevará en libertad al cumplimiento de la promesa: “Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha y te dice: ‘No temas, yo te ayudo’ ” (Isa. 41:13, RVR 95).