Categories

Archivos

Una mujer que ama a Dios

“La mujer se salvará si cumple sus deberes como madre, y si con buen juicio se mantiene en la fe, el amor y la santidad”

1 Timoteo 2:15

La mujer que es esposa y madre tiene un papel preponderante e insus­tituible en el hogar, y su influencia trasciende los límites de ese hogar. Por esta razón, es necesario que desarrolle un gran sentido de responsa­bilidad y compromiso en lo que concierne a la realización de las tareas comu­nes de la familia. “Llevar bien una casa no es cosa fácil. Requiere grandes dotes de organización, creatividad, fortaleza, sabiduría, bondad, dominio propio, prudencia, orden y buena administración” (Cantú, p. 173).

La atención del hogar y la familia no es responsabilidad pequeña; por el contrario, es allí donde se forman vidas para esta tierra y para la eternidad. Elena de White dice: “El conocimiento de los deberes domésticos es de incal­culable valor para toda mujer. Hay familias […] cuya felicidad queda arruinada por la ineficiencia de la esposa y madre” (El hogar cristiano, p. 75).

Ante esta solemne declaración, la esposa, madre y ama de casa debería bus­car con deseo ferviente conocer y hacer la voluntad de Dios; solo así podrá reflejar lo santo y puro del cielo en todo lo que haga. ¡Cuántas son las mujeres que, abrumadas por las tareas propias del hogar, desarrollan un espíritu amar­go y ansioso, olvidando descansar a los pies de Jesús! Ojalá se detuvieran un poco y escucharan la dulce voz del Maestro diciéndoles: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mat. 11:28, RVR 95). Con cuánta ternura el Señor nos llama y cuán poco, a veces, estamos dispues­tas a aceptar su dulce invitación.

Ahora es el momento de desarrollar una relación de compañerismo per­manente con Jesús, de tal manera que nuestros hogares sean como la luz guia­dora de un faro en medio de la oscuridad de la noche. Seamos mujeres de oración, para que podamos modelar las virtudes eternas frente a nuestros hijos, y ser de apoyo y ayuda para nuestros esposos.

Recuerda que todo lo que haces está a la vista de Dios. Que tu oración sea: “Señor, que la necesidad de tu presencia nunca se extinga en mi vida. ¡Por favor, nunca te canses de tocar a la puerta de mi corazón! Tómame en tus brazos y concédeme el privilegio de ver a todos mis seres amados entrar a la patria celestial”.

Erna Alvarado Poblete es licenciada en Pedagogía y Psicología educativa; tiene un máster en Relaciones familiares y estudios de postgrado en Desarrollo humano. Es conferencista y autora de varios libros, entre ellos Reflexiones para la mujer, de este mismo sello editorial. Aunque nacida en Chile, lleva cuarenta años viviendo en México.