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La espuma de afeitar

“Te he manifestado mis caminos, y me has respondido; enséñame tus estatutos. Hazme entender el camino de tus mandamientos, para que medite en tus maravillas”

Salmos 119:26, 27

Enrique se estaba afeitando cuando lo conocí. Abrió la puerta sin preocuparse por la espuma que llenaba su cara. Estaba muy interesado en los libros de salud que le mostré, pero no tenía dinero para comprarlos. Cuando quise orar, no me lo permitió. Me dijo que su esposa era la “religiosa”, y que él no quería saber nada de eso. Sin embargo, como hacía en todas las casas, dejé el libro misionero. Cuando estaba saliendo, vi que había una mesita con una Biblia grande abierta. Dispuesta a irme, le mencioné al pasar: “¡Qué bueno que tengan una Biblia! Ese libro salvó mi vida”. Sin más, me despedí.

Mientras caminaba, oré y le pedí a Dios que me permitiera conocer alguna persona con la cual estudiar su Palabra.

Ya habían pasado varias cuadras, cuando sonó mi celular.

“Hola, pasaste por mi casa hace un rato”, escuché que me decían agitadamente. (Para esa altura del día ya había pasado por varias casas.) “Le diste a mi esposo un libro con tu número de teléfono y le dijiste que la Biblia te había salvado la vida. Comencé a leer el libro y vi que trata temas que me interesan mucho y para los que estoy buscando respuesta hace tiempo, y quería saber si podían enviar a alguien para estudiar la Biblia conmigo”.

¡No lo podía creer! Se trataba de la esposa del hombre lleno de espuma, Ana. Fui a su casa nuevamente para conocerla y me estaba esperando con el libro subrayado y marcado con preguntas. Acordamos encontrarnos los sábados de tarde para estudiar más.

Ella sentía mucha curiosidad por saber porqué le había dicho a su esposo que la Biblia me había salvado la vida, así que tuve la oportunidad de compartirle mi testimonio.

Pudimos hacer un par de estudios, y antes de volver a mi ciudad, pasé para despedirme. Esta vez, Enrique se sumó al estudio y pidió que orara para terminar. Les dejé de regalo El Deseado de todas las gentes y El conflicto de los siglos. Prometieron que los leerían y, unos días después, Enrique me envió un mensaje que decía: “Gracias por presentarnos la Biblia. Nos hace muy bien”.

Hay muchos Enriques y Anas esperando que alguien llegue e interrumpa sus rutinas para presentarles la Biblia. Que nada te detenga… ni la espuma de afeitar.

Carolina Ramos es oriunda de Entre Ríos, Argentina, y está terminando sus estudios para ser maestra de inglés, maestra de música y traductora. Disfruta de trabajar en los diferentes ministerios de la iglesia, especialmente con los niños y adolescentes. También le gusta viajar, acampar, estar en la naturaleza, leer, tocar el piano y el oboe, y cantar. Carolina procura siempre extraer lecciones de lo chiquito y de lo grande, ver al Dios de los milagros presente en cada ámbito de nuestra vida; y espera con ansias la Segunda Venida.