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Recuperar el bronce

Devocional adventista para la mujer 2022

Eleazar, el sacerdote, recuperó los doscientos cincuenta incensarios de bronce usados por los hombres que murieron en el fuego y del bronce se elaboró una lámina a martillo para recubrir el altar.

Números 16: 39, NTV

En el capítulo 16 del libro de Números encontramos una de las historias más aterradoras de la Biblia. Durante la rebelión de Coré, 250 príncipes y líderes de la congregación se acercaron al atrio del Tabernáculo y quemaron incienso (algo que solo los sacerdotes podían hacer).

Por su osadía, fuego salió delante de Jehová y los consumió. Entonces, Dios instruyó a Moisés: «Dile a Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, que saque todos los incensarios del fuego, porque son santos” (Núm. 16:37, NTV). ¿Puedes imaginarte esa escena? Eleazar debía caminar entre los cadáveres, recogiendo los 250 incensarios. Luego, debía martillar el metal para crear una lámina, y con ella recubrir el altar. ¿Por qué le pediría Dios que hiciera algo tan extraño?

Muchas veces intentamos mantener nuestro pasado bajo llave. No creemos que valga la pena analizar los capítulos más difíciles y traumáticos. Sin embargo, parafraseando a Richard Rohr, el dolor que no se transforma, se transmite. Para crecer, debemos rescatar el bronce de entre los cadáveres y martillarlo para crear algo diferente.

Como escribe el psicólogo y teólogo estadounidense Dan Allender, en The Wounded Heart [El corazón herido]: “Enfrentarnos al pasado nos permite ver el presente con mayor claridad”. Cuando no lo hacemos, “el pasado se aferra al presente como […] un ancla invisible que demora el progreso de la embarcación». En el proceso de recuperar y martillar el bronce, entresacando lo bueno de lo malo, Dios le dio al pueblo de Israel la oportunidad de transformar la historia y redimir el dolor.

Teniendo en cuenta como estos 250 hombres habían deshonrado los incensarios, Dios podría haber instruido que la lámina de bronce tuviera un uso secular. Sin embargo, Dios dijo que debía utilizarse para cubrir el altar, como un recordatorio. ¡Esta parte de la historia me parece tan significativa y conmovedora! Luego de la ardua tarea de martillar el bronce a mano, la lámina se usa en el servicio sagrado del Tabernáculo. El pasado, procesado, no es basura: es sagrado. ¡Dios puede usarlo para su honra!

Señor, gracias porque tú puedes redimir mi historia. Tú puedes liberarme del dolor y del trauma del pasado y transformarlo en algo útil y santo.

Vanesa Pizzuto es licenciada en Comunicación Social por la Universidad de La Matanza, Argentina, y tiene un máster en Educación por la Universidad de Hertfordshire, Inglaterra. Es la autora de la serie de cuentos bilingües Amancay, publicada por este mismo sello editorial, así como de numerosos artículos. Trabajó como docente y como presentadora de radio para Radio Adventista de Londres. De nacionalidad argentina, Vanesa vive en Inglaterra.