Recuerda los días de antaño, considera las épocas del remoto pasado. Pídele a tu padre que te lo diga, ya los ancianos que te lo expliquen.
Deuteronomio 32: 7, NVI
La historia nos cuenta que el antiguo Imperio Inca, situado en el actual Perú, fue una de las civilizaciones más ricas del mundo. Se extendía a lo largo de la costa occidental de Sudamérica, y en lo alto de las cumbres de los Andes, los incas construyeron una ciudad fortaleza llamada Machu Picchu. Rodeada de escarpados acantilados, y a la que se accedía por un único y estrecho camino, era un lugar de retiro y refugio para la aristocracia inca, así como un lugar perfecto para contemplar el cielo, el sol y las estrellas: las deidades de los incas.
Y entonces Machu Picchu fue abandonado. Los sociólogos e historiadores aún no saben por qué. ¿Fueron conquistados por un enemigo desconocido? ¿Murieron a causa de una epidemia como la viruela? ¿O se abandonó simplemente porque se construyeron otros lugares que se hicieron preferibles?
En el siglo XVI, cuando los conquistadores españoles llegaron al lugar, la ciudad montañosa ya estaba cubierta de árboles, vides y otra flora. Los españoles descubrieron que los incas tenían oro, y mucho, y en su codicia casi acabaron con toda la civilización inca. En los siglos siguientes, solo los campesinos que vivían en la región conocían el refugio secreto de la montaña, pero todo cambió el 24 de julio de 1911, cuando un arqueólogo estadounidense, Hiram Bingham, vio por primera vez las antiguas terrazas de piedra de la montañosa Machu Picchu.
Hoy, Machu Picchu es una de las principales atracciones turísticas del mundo. Cada año, más de 300,000 personas recorren Machu Picchu, luchando contra las multitudes y los posibles deslaves para ver la puesta de sol desde allí. Machu Picchu sigue siendo una de las maravillas no naturales más famosas y sin embargo misteriosas del mundo.
No sabemos qué fue de los habitantes de esta morada en la alta montaña, pero Dios sí lo sabe. Él vive desde siempre en el pasado y hasta siempre en el futuro. Él entiende nuestros sueños y nuestras penas, nuestro dolor y nuestra soledad. Él sabe lo que necesitas ahora, y lo que necesitarás mañana. Sabía lo que la gente de Machu Picchu necesitaba, y sabe que les pasó. Aunque el recuerdo del pueblo inca de Machu Picchu se haya perdido en los antiguos vientos del tiempo, Dios conoce su historia.