Escoge […] la vida, para que vivas tú y tu descendencia.
.Deuteronomio 30: 19
EL NOMBRE DE EDWIN BOOTH no resulta familiar hoy para muchos, pero durante una buena parte del siglo XIX este actor estadounidense conoció la fama, no solo en Estados Unidos, sino también en Europa, especialmente por la manera magistral de representar al príncipe Hamlet, la conocida obra de William Shakespeare. Según los críticos de la época, nadie superaba a Edwin Booth a la hora de representar la tragedia teatral. De hecho, una estatua suya representando a Hamlet está ubicada en Gramercy Park, en Manhattan, Nueva York.
Lo que Edwin Booth nunca imaginó es que la tragedia, que tan magistralmente representó en las tablas, también lo acompañaría en la vida real, pues fue su hermano, John Booth, también actor, quien asesinó al presidente Abraham Lincoln. El impacto de ese suceso fue tan duro para Edwin que, según comenta Paul Aurandt, esa fatídica noche de abril de 1865 en realidad hubo dos asesinatos, el de Lincoln y el de la carrera artística de Edwin.*
¿Por qué recordamos el nombre de Edwin Booth? Por otro hecho singular que también marcó la vida de este actor, pero en un sentido muy diferente. Antes del trágico suceso del Teatro Ford, en el que su hermano asesinó al presidente Lincoln, Edwin se encontraba en la estación del tren en New Jersey, cuando un joven perdió el equilibrio y cayó sobre los rieles mientras el tren se acercaba. Con un rápido movimiento, Edwin agarró al muchacho por el traje y lo salvo de una muerte segura. Aunque Edwin no reconoció al joven, este sí lo reconoció a él. Semanas más tarde, el famoso actor recibió una carta de la oficina del presidente, dándole las gracias por haber salvado la vida del joven. ¿El nombre del muchacho a quien Edwin salvó? Robert Todd Lincoln, hijo del presidente Abraham Lincoln. **
¡Qué circunstancia tan curiosa! John Booth le quita la vida al presidente, Edwin Booth salva al hijo del presidente. Uno escoge la muerte; el otro, la vida. Extraño, ¿verdad? Pero no es un caso único: ¿Recuerdas a Caín y Abel? ¿Saúl y David? ¿Judas y Juan?
¿Cómo puede ser que dos personas, con las mismas oportunidades en la vida, tomen caminos tan diferentes? Nuestro texto para hoy responde: Dios ha puesto delante de ti y de mí la vida y la muerte, pero nos toca a nosotros escoger. El anhelo de nuestro buen Padre celestial es que escojas hoy la vida, «para que vivas tú y tu descendencia».
Gracias, Padre celestial, por darme la facultad de elección. Hoy quiero escoger a Jesucristo como mi Salvador, pues él es el camino, la verdad y la vida.
*Paul Aurandt, Paul Harvey’s The Rest of the Story, Doubleday & Company, 1977, p. 72. ** Jacopo Della Quercia, «What Are the Odds? », en Reader’s Digest, mayo de 2011, p. 182.