Toda escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia.
2 Timoteo 3: 16
Admiro a los inventores. Pienso: «¿Cómo se le ocurrió algo tan genial?” La mayoría de estos hombres y mujeres tuvieron muchos fracasos antes del éxito. Un año, tuve que enseñar ciencias en quinto grado. Como primera actividad, les pedí a mis alumnos que eligieran el invento que les resultara más útil y que comentaran su historia y por qué lo habían elegido.
Muchas investigaciones me llamaron la atención. La historia de los jeans fue muy interesante, así como las del cepillo de dientes, la goma de borrar, el fósforo, la cinta adhesiva, el paraguas, el botón y el bolígrafo. ¡Investígalas! Por supuesto, también estaban las clásicas: Edison con la lamparita eléctrica, Pasteur y la pasteurización, el microscopio en 1590, y muchas otras.
Pero un clásico que apareció fue el invento de Johannes; vamos a llamarlo por su nombre de pila, pues es ya como nuestro amigo. ¿Sabes de qué habló Johannes? Aunque los chinos habían intentado la impresión por bloque en el año 500, fue el alemán Johannes Gutenberg quien construyó la primera imprenta usando tipos móviles. Esto permitía imprimir repetidamente sobre hojas de papel. En 1454 usó este revolucionario sistema para imprimir ¡trescientas Biblias! De ellas se conservan hasta el momento 48, y cada una de ellas vale millones de dólares. Cada uno de estos inventos, especialmente el último, son muy útiles. Imagina que antes, para conseguir una Biblia, había que escribirla ¡a mano! Muy pocos podían tener una en su casa.
Pero el versículo de hoy no nos habla de la utilidad de la imprenta. El apóstol Pablo nos habla de la utilidad de la Biblia diciendo: «La Biblia es útil para…» La escribieron cuarenta hombres de distintas procedencias, profesiones u oficios: agricultores, pastores de ovejas, pescadores, cobradores de impuestos, escribas, sacerdotes, jueces y reyes. Algunos vivieron en la indigencia; y otros, en palacios. Unos escribieron en su tierra; y otros, en el exilio. Algunos más lo hicieron en tiempos de paz; y otros, en el sufrimiento, a lo largo de un período de 1.500 años. Pero el único Autor es Dios, que inspiró a estos hombres para que escribiesen. De ahí la unidad, la permanencia, la excelencia y la eficacia de la Biblia.
Actualmente es el libro más impreso en el mundo y ha sido traducido a más de doscientos idiomas. ¡Léela, investígala!
Mirta