Después vino Amalec y peleó contra Israel en Refidin. Y dijo Moisés a Josué: «Escoge a algunos hombres y sal a pelear contra Amalec. Mañana yo estaré sobre la cumbre del collado con la vara de Dios en mi mano»
Éxodo 17: 8-9
QUÉ CUADRO TAN SIGNIFICATIVO nos presenta nuestro texto de hoy!
Mientras Josué está en el campo de batalla enfrentando a los amalecitas, Moisés está en el monte intercediendo ante Dios. ¿No es esta una imagen apropiada de lo que Cristo es para su iglesia? Él es, no solo el Príncipe Emanuel, el Comandante de los ejércitos celestiales, sino también nuestro supremo Intercesor en el santuario celestial.
¿Se puede pedir más? No, porque al cumplir la misión de predicar el evangelio a toda criatura, en Jesús lo tenemos todo, tal como el coro del siguiente himno lo expresa: « ¡Vamos con Jesús, alistados sin temor! / ¡Vamos a la lid, inflamados de valor! / Jóvenes luchemos, todos contra el mal / Que en Jesús tenemos nuestro General».* En otras palabras, el llamado es a trabajar y orar, en la seguridad de que nunca estaremos solos porque el Capitán de nuestra salvación peleará nuestras batallas, y siempre estará atento a nuestras súplicas.
Pero nuestro texto de hoy contiene un elemento adicional que no podemos pasar por alto. Después de que Moisés le ordena a Josué que escoja a algunos hombres para pelear contra Amalec, le anuncia que él estará sobre la cumbre del collado «con la vara de Dios» en su mano (Exo. 17:9).
¿Dijo «la vara de Dios»? ¿No es esta la misma vara que Moisés usó cuando Dios le ordenó que atravesaran el Mar Rojo? «Entonces Jehová dijo a Moisés: “¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen. Y tú, alza tu vara, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los hijos de Israel pasen por medio del mar en seco”» (Exo. 14: 15-16; énfasis añadido).
Antes del milagro del cruce del Mar Rojo, era «la vara de Moisés»; después del milagro, era «la vara de Dios». ¿Por qué la diferencia? Un pedazo de madera ordinario adquirió un significado especial cuando Moisés lo uso para cumplir la voluntad de Dios. Y en las manos de Dios ese mismo pedazo de madera hizo maravillas. Todo lo cual nos enseña que, no importa cuán ordinarios sean las herramientas que usemos para predicar el evangelio de Jesucristo, o cuán modestos nuestros recursos, ¡harán maravillas cuando los pongamos en las manos de Dios!
¿Qué tienes en tu mano que puedas usar hoy para glorificar el nombre de Dios?
Padre celestial, aunque mis talentos son pocos y ordinarios, hoy los quiero usar para que alguien sepa que Jesús es un maravilloso Salvador.
*« ¡Oh, jóvenes, venid!», Himnario adventista para jóvenes, ed. 2009, No. 202.