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Devocional adventista para adultos 2022

Creed en Jehová, vuestro Dios y estaréis seguros; creed a sus profetas y seréis prosperados.

2 Crónicas 20:20

MARCADA PARA LA TUMBA». Así describe Arthur L. White la condición física de la joven Elena Harmon cuando recibió su primera visión en diciembre de 1844, mientras oraba en el hogar de la familia Haines, en Portland, Maine.

«Su salud era pobre; sufría de constantes dolores en su cuerpo; la tuberculosis hacía estragos en sus pulmones; y en toda forma parecía que estaba “marcada para la tumba»» (Elena G. de White, mujer de visión, 2003, p. 26). Sin embargo, a ella escogió Dios, a pesar de su salud maltrecha, y de contar con apenas 17 años. El ministerio que esa primera visión inició, en diciembre de 1844, se prolongó durante setenta años de servicio a la iglesia. Durante ese tiempo recibiría cientos de visiones y sueños proféticos, y produciría unas cien mil páginas manuscritas, lo que la convertiría en «probablemente la autora más traducida del mundo, y el autor (de cualquier sexo) más traducido de Norteamérica» (Desde el corazón, 2012, p. 5). ¡Las cosas que hace Dios!

Pero volvamos a esa primera visión. ¿Por qué la urgencia del ángel en que la comunicara? Si lees el texto completo, en Primeros escritos, cap. 1, pp. 38-42, de inmediato te darás cuenta del porqué.

Lo primero que llama la atención de la visión es que quienes esperaban el regreso del Señor para octubre de 1844 viajaban por un «sendero recto y angosto». ¿Qué recuerdas cuando escuchas estas palabras? La afirmación de Jesús: «Angosta es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan» (Mat. 7:14). He aquí la primera gran verdad: ¡El pueblo de Dios viaja a lo largo de un camino angosto, y pocos son los que lo siguen!

Lo segundo que llama la atención es que «en el comienzo del sendero […] había una brillante luz» que lo iluminaba. Según el ángel, era «el clamor de medianoche». Este había sido el lema que identificaba al movimiento que anunciaba el regreso del Señor para 1844. ¡Aquí estaba la respuesta a sus oraciones! Aunque Cristo no había regresado, ¡el clamor de medianoche había sido luz verdadera! Y esa luz «brillaba a todo lo largo del sendero», para que los caminantes no tropezaran.

Finalmente, delante del grupo que avanzaba por el sendero, «iba Jesús guiándolos hacia la ciudad, y si no apartaban los ojos de él iban seguros» (p. 38).

¡Alabado sea Dios! ¿Puede haber una mejor «prescripción» para quienes esperamos el regreso de Jesús? Aunque el sendero es angosto, hay luz al inicio y a lo largo de todo el camino. Y lo más significativo, lo más grande, es que Jesús va delante de nosotros. ¡Mantengamos los ojos fijos en él, y llegaremos a la santa ciudad!

Ayúdanos, Señor, a creer en ti y en tus profetas, para estar seguros y ser prosperados.

Fernando Zabala, ya jubilado, ha servido como profesor, pastor, rector universitario, conferencista, editor y exdirector de la revista "Prioridades", además de ser el autor de varios libros, entre los que se destacan "Todo no da igual, A pesar de nuestras diferencias, me casaría de nuevo contigo y Saber vivir". Fernando Zabala está casado con Esther y juntos tienen dos hijos: Fernando Jr. y Mayerling; y tres nietas: Alexa, Amber y Annabella.