Anhelo al Señor más que los centinelas el amanecer, sí, más de lo que los centinelas anhelan el amanecer.
Salmos 130:6, NTV
Recientemente, recibí noticias muy tristes en lo personal y en lo profesional. No sé cómo Dios me rescatará de esta crisis, pero sé que quiero atravesarla confiada. Honestamente, la fe no hace que nuestros problemas se evaporen; sin embargo, nos permite anticiparnos a la victoria y saborearla de antemano.
En las noches negras, en los lúgubres valles de la muerte, podemos dejar que la oscuridad y el miedo nos traguen vivas o podemos anticiparnos al amanecer. La noche durará lo que tenga que durar. Podemos taparnos los ojos, aterradas. O escudriñar el cielo, buscando destellos de esperanza, indicios de que el amanecer se acerca.
Varios años atrás, pasé una noche a la intemperie observando las estrellas a orillas del lago Nahuel Huapi, en la Patagonia argentina. La Vía Láctea, una gran mancha de luz, dominaba el cielo. ¡Fue un espectáculo conmovedor! Uno de los aspectos que más me impactó aquella noche fue el cambio gradual del cielo. Como si alguien estuviese jugando con la tecla de un atenuador de luz, el cielo comenzó a cambiar, casi imperceptiblemente. La noche aún era oscura, las estrellas aún brillaban, pero ese sutil cambio de matiz anunciaba la irrevocable victoria de la luz sobre la oscuridad.
Quiero enfrentar mis problemas con esta actitud, con una fe que se anticipa a la victoria final, que ve las señales. En Sensible Shoes (Zapatos sensatos), la autora cristiana Sharon Garlough Brown lo describe con estas palabras: “Siempre he sido el tipo de persona que le presta más atención al atardecer; más inclinada a reflexionar acerca del pasado que a tener esperanza en el futuro. Sin embargo, creo que Dios me está llamando a prestarle atención al amanecer también; a mantenerme expectante, a esperarlo. A tener una esperanza que se anticipa”.
Cuando Jesús nació, una estrella anunció la irrevocable y eterna victoria de la Luz sobre la oscuridad, pero solo aquellos que estaban escudriñando el cielo, con esperanza expectante, lo comprendieron (Mat. 2:1, 2). Hoy voy a mirar al cielo con esperanza. Decido enfrentar mis problemas sabiendo que Jesús mismo alumbrará mi camino. ¡El amanecer llegará! ¿Quién puede detener al Sol de justicia?
Señor, ¡gracias porque tú has vencido a todos mis enemigos! Por medio de tu amor, soy más que vencedora. En los días oscuros, enséñame a buscar destellos de esperanza, a anticiparme por fe. Hoy confieso que, aunque no lo pueda ver, la gloria del amanecer llegará y no se demorará.