Pongan todas sus preocupaciones y ansiedades en las manos de Dios, porque él cuida de ustedes.
1 Pedro 5: 7, NTV
CUANDO JOHN GIBSON PATON aceptó ir como misionero a las Nuevas Hébridas, un grupo de islas en el Pacífico Occidental, ya sabía de los desafíos que tendría que enfrentar al predicar el evangelio a tribus caníbales. Lo que no sabía era la clase de obstáculos que encontraría al traducir la Palabra de Dios en el idioma local.
Paton comenzó su labor con la traducción del Evangelio de Juan, pero no había avanzado mucho cuando ya en el primer capítulo tropezó con un serio problema en el versículo doce: «Más a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios». El caso es que en el idioma local no había ningún término equivalente a la palabra «creer», o «confiar». Peor aún, ni siquiera existía el concepto.
A pesar de la dificultad, Paton siguió adelante con la traducción, y oró a Dios pidiendo su dirección. La respuesta a su oración llegó de la forma más inesperada. Un día en el que Paton trabajaba en su traducción, un nativo entró a su oficina. Cansado, el hombre se dejó caer pesadamente en una silla, y luego colocó sus piernas sobre otra silla.
— ¿Qué estás haciendo? –le preguntó Paton al indígena.
-Estoy apoyando todo mi peso en estas sillas —respondió el hombre.
¡Ahí estaba la respuesta a su oración! Sin darse cuenta, el nativo le había dado la traducción correcta para creer. «Apoyar todo mi peso» en Dios.
Después de años de trabajo, Paton logró traducir el Nuevo Testamento al idioma aniwense. Ahí, por ejemplo, Juan 3: 16 dice: «De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que “apoye todo su peso» en él, no se pierda, sino que tenga vida eterna».*
¡Qué interesante! No sé qué pruebas o desafíos puedas estar enfrentando ahora mismo, pero he aquí una propuesta para comenzar este nuevo día: cualquiera sea la tentación con la que estés luchando, o la prueba por la que estés pasando, apóyate completamente en Dios.
Déjate caer en sus brazos de amor con la plena confianza de que tu amado Padre celestial te sostendrá en todo momento. Entrégale tus luchas, tus temores, tus angustias. Deposítalo todo en sus manos poderosas. Y mientras esto haces, aférrate a la promesa de nuestro texto de hoy: «Pon todas tus preocupaciones y ansiedades en las manos de Dios, porque él cuida de ti».
Amado Padre celestial, en respuesta a tu amorosa invitación, quiero apoyarme completamente en ti para enfrentar los desafíos de este nuevo día. Quiero además entregarte, no solo mis preocupaciones y ansiedades, sino también mi vida entera. ¡Es lo menos que puedo hacer!
* Ravi Zacharias, Kevin Johnson, Jesús among other Gods. Youth Edition, W Publishing Group, 2000, p. 141.