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Devocional adventista para la mujer 2022

¿Quién forma la boca de una persona? ¿Quién decide que una persona hable o no hable, que oiga o no oiga, que vea o no vea? ¿Acaso no soy yo, el Señor?

Éxodo 4:11, NTV

Hace ya casi dos años tuve la oportunidad de comenzar a trabajar para la Radio Adventista de Londres. Al principio, francamente, estaba paralizada de miedo. Aunque hablo inglés con fluidez, tengo acento extranjero. Yo estaba convencida de que la gente odiaría mi voz y mi programa de radio. Durante varios meses, luché al tratar de tomar la decisión, porque pensaba que no era la persona adecuada. Finalmente, después de llorar y orar mucho, acepté el trabajo y comenzó un nuevo capítulo de mi vida.

Dios llamó a Moisés, pero él, convencido de que no era la persona indicada para ese trabajo, respondió: «Oh Señor, no tengo facilidad de palabra; nunca la tuve, ni siquiera ahora que tú me has hablado. Se me traba la lengua y se me enredan las palabras” (Exo. 4:10, NTV). ¡Cuántas veces nos miramos a nosotros mismos y pensamos que no somos capaces, ni aun cuando Dios mismo nos llama! Vemos todo con ojos humanos y le rogamos a Dios: “Por favor, envía a otra mujer más capaz que yo”.

Pero Dios no necesita mujeres u hombres perfectos; él necesita personas dispuestas. Cuando comencé a recibir comentarios de los oyentes de la radio entendí, en parte, por qué Dios me había llamado a mí. Londres es una ciudad cosmopolita, con muchísimos extranjeros de todas partes del mundo. Para ellos, mi acento es familiar e inclusive más fácil de entender que el acento inglés nativo. Lo que pensé que me descalificaría para servir, Dios lo está usando para su gloria. Mi voz imperfecta es más poderosa que mi silencio perfecto.

La autora Eleonore van Haaften, en Vivir en libertad, describe el crecimiento de Moisés con las siguientes palabras: «En los primeros cuarenta años de su vida (en la casa de su familia y después en la corte de Faraón) aprendió a ser alguien; en los siguientes cuarenta años en el desierto, desde su huida hacia Madián hasta su llamamiento por Dios, aprendió a ser nadie; y en los cuarenta años desde la salida del pueblo de Egipto hasta su muerte, aprendió quién era Dios».

Cuando el miedo trate de robarte tu futuro, pídele a Dios que, por medio de tus inseguridades, te muestre quién es él.

Señor, tú nunca rechazas a los que se acercan a ti, por más débiles que sean. Heme aquí envíame a mí.

Vanesa Pizzuto es licenciada en Comunicación Social por la Universidad de La Matanza, Argentina, y tiene un máster en Educación por la Universidad de Hertfordshire, Inglaterra. Es la autora de la serie de cuentos bilingües Amancay, publicada por este mismo sello editorial, así como de numerosos artículos. Trabajó como docente y como presentadora de radio para Radio Adventista de Londres. De nacionalidad argentina, Vanesa vive en Inglaterra.