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El miedo de Moisés

Y él respondió: ¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros, Piensas matarme como mataste al egipcio? Entonces Moisés tuvo miedo y dijo: Ciertamente esto ha sido descubierto.

Éxodo 2:14

Moisés creció y fue educado con costumbres egipcias, pero su corazón y carácter pertenecían a su cultura israelita. Impulsado por su sentido de justicia, cuando vio a un egipcio maltratando a un hebreo, actuó instintivamente y le quitó la vida al egipcio. Aunque movido por la indignación de ver a su pueblo esclavizado bajo los abusos de los egipcios, su conducta irracional no se justifica.

Moisés era un hábil militar del ejército egipcio, pero aún le faltaban las cualidades esenciales para ser usado en el servicio de la causa de Dios. ¡Cuánto cuidado debemos ejercer para mantener sujetas nuestras inclinaciones naturales de tomar la justicia en nuestras propias manos!
Moisés pensó equivocadamente que matar a un egipcio en defensa de los derechos hebreos le ayudaría a ganar afecto y liderazgo entre su pueblo israelita.

Aunque los líderes de su pueblo habían sido instruidos divinamente acerca de que Moisés sería el libertador, este no debió adelantarse a los planes de Dios para su vida. La violencia del día anterior lo descalificó como mediador de su pueblo el día siguiente. Su influencia benéfica fue interceptada por un acto apresurado (ver 1CBA, p. 517). No nos adelantemos a los designios de Dios para nuestro futuro. Sus planes para tu vida no tienen premura ni demora.

Moisés se aseguró de que nadie lo viera cuando mató al egipcio. Entonces, el hebreo que ahora lo acusaba pudo haber sido el mismo que Moisés defendió de manos del egipcio el día anterior. El defendido se convirtió en acusador. ¿Te ha ocurrido que a la persona a quien le has prestado una gran ayuda, por la que corriste algún riesgo, inesperadamente se transforma en tu acusador?
Moisés creía que su mala acción no había sido observada por nadie, pero no hay nada oculto bajo el sol; algún día nuestras faltas nos alcanzarán.

Moisés ahora, odiado por los egipcios, no aceptado por los judíos, perseguido por sus miedos y su conciencia culpable, no tenía otra opción que salir huyendo como fugitivo de la justicia. Acostumbrado a los lujos de la corte, ahora tenía que enfrentar una vida llena de privaciones y peligros en el desierto.

No es el uso de la fuerza física lo que nos hace idóneos para el servicio.

ARSENIA FERNÁNDEZ-UCKELE es teóloga, educadora, especialista en familia y desarrollo infantil. Ha sido misionera en África, Cuba, Argentina, Venezuela y Colombia. Actualmente se desempeña como profesora de castellano en Toledo, Ohio. Es anciana y tesorera de su iglesia local. En su tiempo libre graba programas para la televisora local en Estados Unidos, Venezuela y varias emisoras cristianas. Predica y presenta seminarios en reuniones de damas.