Lo que sí sé es que yo era ciego y ahora veo.
Juan 9:25
Ese joven nació ciego. No importaba cuánto se esforzaba por ver; sus ojos solo percibían oscuridad.
Pero un rayo de luz comenzó a brillar en su vida cuando Jesús lo encontró, hizo un poco de arcilla húmeda, la untó en sus ojos, y le pidió que fuera a lavarlos en el estanque de Siloé.
El joven, que pedía limosna para sobrevivir, rápidamente obedeció la orden de Jesús y, para sorpresa de todos, comenzó a ver. ¡Piensa en su alegría cuando vio por primera vez la cara de sus padres, los colores de la naturaleza y los objetos que, hasta entonces, solo había imaginado!
Muchas personas también viven como si fueran ciegas; no físicamente, sino espiritualmente. Sin darse cuenta, se acostumbran a la oscuridad. ¡Ten cuidado! Tal vez estés en esa situación.
Por ejemplo, si tus padres te dijeron que dejes una mala amistad y no ves problemas en relacionarte con esa persona, puede ser que estés “ciego”. Al fin y al cabo, “el peor ciego es el que no quiere ver”.
El pecado nos deja a oscuras y nos impide ver las cosas obvias. No oscurezcas tu visión visitando sitios web inapropiados, viendo videos violentos o imágenes nocivas.
Permite que Jesús limpie tus ojos y sabrás que es mucho mejor vivir en la luz que en la oscuridad.