Porque yo, el SEÑOR tu Dios, te tomo de la mano. Yo soy el que te dice: “Te ayudaré, no tengas miedo».
Isaías 41:13, PDT.
Después del divorcio, mis dos hijitas y yo nos fuimos a vivir con mi familia. Allí compramos una casa en una zona poco poblada. Las noches eran largas e infundían miedo, por lo cual decidimos dormir juntas.
Todas las noches, después de orar, cada una sostenía una de mis manos y me preguntaba: “¿Me estás cuidando?”. “Sí, aquí estoy”, les respondía. Sus manitas apretaban la mía, y cuando se dormían y yo intentaba moverme, se despertaban e insistían: “No me sueltes la mano, mami”. Su seguridad estaba en que yo sostuviera sus manos mientras pasaba la noche.
Dios usó una imagen familiar como esta para dar un mensaje certero: “Yo te tomo de la mano”. En el Oriente Medio, muchas familias tenían un(a) “aya”, una esclava nacida en su casa y estrictamente seleccionada.
A veces era una familiar viuda o estéril (Rut 4:16) que se encargaba de guiar al niño desde su nacimiento. Lo amamantaba, le enseñaba a caminar, y lo guiaba de la mano en sus modales.
El ayo o la aya era maestro, instructor, enfermero, guía, escudero, y estaba dispuesto(a) a morir por el niño o la niña que cuidaba, quien crecía imitando el carácter y la personalidad de su aya. Dios estaba allí para ser el Ayo de su pueblo. ¡Qué imagen tan poderosa!
Sostén la mano de tu Padre celestial y deja a tus hijos un legado de dependencia espiritual. “Sigan los jóvenes su ejemplo y busquen a la hora del amanecer y del crepúsculo un momento de quietud para tener comunión con su Padre celestial. Y durante el día eleven su corazón a Dios.
A cada paso que damos en nuestro camino, nos dice: ‘Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha […] no temas, yo te ayudo’. Si nuestros hijos pudieran aprender estas lecciones en el alba de su vida, ¡qué frescura y poder, qué gozo y dulzura se manifestaría en su existencia!” (Ed, pp. 258, 259).
“¿Comprendemos bien claramente hasta qué punto se acerca Jesús a nosotros? Se dirige a nosotros personalmente. Se revelará a todo aquel que quiera ser revestido del manto de su justicia.
Declara: ‘Yo […] tu Dios, fortaleceré tu diestra’. Coloquémonos donde pueda verdaderamente sostenernos, donde podamos oírle decir con fuerza y autoridad: ‘Fui muerto; y he aquí vivo para siempre jamás’ ” (7TI, p. 72).
Cuando tu camino se hace más peligroso, cuenta con su presencia, sostén y ayuda.