No tengan miedo, israelitas. Ustedes son mi pueblo; son descendientes de Jacob. Yo les prometo que volverán a vivir tranquilos porque yo estoy con ustedes. Destruiré a todas las naciones por las que los dispersé, pero a ustedes no los destruiré; solo los castigaré por su bien, pues merecen que los corrija. Les juro que así lo haré.
Jeremías 46:28, TLA.
Como buen padre, Dios sabe que la repetición es la clave del aprendizaje. Dejó en claro que el motivo de su corrección a su pueblo era redimirlos, corregirlos y purificarlos, pero seguían contando con su presencia.
Nadie le da la bienvenida a la corrección, pero sí deberíamos agradecer por los resultados de esta. ¿Te has vuelto más humana y sensible a las necesidades ajenas después de una prueba?
La naturaleza nos enseña que las uvas son pisoteadas para hacer vino, las aceitunas son aplastadas para hacer aceite, los diamantes se forman bajo presión, el oro se refina en fuego y las semillas germinan en la oscuridad.
Aunque la profecía de Jeremías 46 se refiere a la destrucción de Egipto, termina con un mensaje de preservación de los judíos fieles. La invasión de Egipto por los babilonios ocurrió 16 años después de la invasión de Israel; muchos judíos inmigrantes estaban vivos y comprobaron el cumplimiento de las profecías de Jeremías.
“Nuestro Padre celestial es nuestro Dirigente y debemos someternos a su disciplina. Somos miembros de su familia.
Tiene derecho a nuestro servicio, y si uno de los miembros de su familia persistiera en seguir su propio camino, y se empeñara en hacer solo lo que le placiera, entonces, ese espíritu produciría un estado de cosas confuso y desordenado. No debemos hacer planes para seguir nuestra propia senda, sino la senda y la voluntad de Dios” (ELC, p. 230).
Cuando hayamos aprendido una lección fruto de la disciplina divina, levantémonos con coraje y demos nuestro testimonio para evitar que otros sufran las mismas consecuencias que nosotras por no haberla aprendido antes.
“Los que han soportado los mayores sufrimientos son frecuentemente quienes proporcionan mayor consuelo a otros, difundiendo la luz del sol por dondequiera que van.
Los tales han sido purificados y dulcificados por sus aflicciones; no perdieron su confianza en Dios cuando los asaltó la prueba, sino que se unieron más estrechamente a su amor protector. […] Digamos adiós a la tristeza y al pesar” (MGD, p. 122).
Cuando te sientas pisoteada, aplastada o bajo presión, recuerda que estás en pleno proceso de transformación y refinamiento.