No tengan miedo, animales salvajes, pues los pastizales reverdecerán, los árboles darán su fruto, y habrá higos y uvas en abundancia.
Joel 2:22, DHH.
La segunda mitad de Joel 2 presenta la promesa de restauración ilustrada con la extirpación de las langostas, la reparación de los daños causados y el consuelo a través de las bendiciones que están por venir. Todo esto se describe de una forma tan reconfortante como pastos reverdeciendo y árboles dando frutos.
Hace un tiempo compré una casa cuya mensualidad consumía todo mi salario. Un día, sin que nadie las plantara, nacieron alrededor de la casa plantas de papaya, melones, calabazas, tomates, sábila o aloe vera, y otras frutas y plantas más. Durante meses nos alimentamos solamente de esos vegetales y frutas. Mis hijas y yo nos asombramos cada vez que lo recordamos.
¿Te imaginas el gozo que producirá la restauración final? Joel nos llama a alegrarnos y gozarnos por la lluvia temprana, que facilita la germinación, y por la lluvia tardía, que madura la cosecha. Representan la obra del Espíritu Santo en la iglesia apostólica durante los días del Pentecostés y el derramamiento final del Espíritu Santo que llevará a la testificación global.
“La gran obra del evangelio no terminará con menor manifestación del poder divino que la que señaló su comienzo. Las profecías que se cumplieron en el derramamiento de la lluvia temprana, al principio de la obra del evangelio, deben volverse a cumplir en tiempo de la lluvia tardía. […]
Siervos de Dios, con semblantes iluminados y resplandecientes de santa consagración, se apresurarán de lugar en lugar para proclamar el mensaje del cielo. Miles de voces darán la advertencia por toda la Tierra. Se realizarán milagros, los enfermos sanarán, y signos y prodigios seguirán a los creyentes” (CS, pp. 669, 670).
“A menos que la lluvia temprana haya hecho su obra, la lluvia tardía resultará ineficaz” (4CBA, p. 969).
La lluvia tardía es enviada por varias razones: “Dar poder a la gran voz del tercer ángel” (PE, p. 118); “preparar a la iglesia para la venida del Hijo del hombre” (HAp, p. 45); “preparar a los santos para que puedan subsistir durante el período cuando serán derramadas las siete plagas postreras” (PE, p. 118); y alentar a los sinceros de corazón para que acepten la verdad (PE, p. 297).
Oh, Espíritu Santo, ¡derrámate sin medida! ¡Capacítanos para recibirte!