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Cameo

Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo…

Génesis 14:18.

La práctica de que alguien famoso aparezca en una escena de cine sin aparente mérito se denomina “cameo”. Muchos, y cada vez más frecuentes, son los cameos en los medios de comunicación.

¿Por qué? ¿Qué añade esta práctica a un mensaje visual? Aporta, esencialmente, relevancia. Que una celebridad aparezca implica que alguien en ese film (director, productor, actor, etc.) es lo suficientemente importante como para que la celebridad abandone su estatus y se presente como por casualidad.

Lo de Melquisedec en el relato de Abraham es, sin duda, todo un cameo. No tenemos muchos datos de este personaje, pero sabemos que era alguien de mérito, solemne. Se nos presenta como un sacerdote del Dios Altísimo, de un orden muy anterior al orden levítico.

Era rey de Salem, palabra que significa ‘paz’, lo que simboliza mucho de las razones de su grandeza. Y era tan relevante que Abraham le da el diezmo del botín obtenido en la batalla en la que derrotó a los reyes.

No es muy extenso el diálogo de Melquisedec, apenas cuatro líneas: “Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó a tus enemigos en tus manos”. De cuatro frases, tres hacen referencia a Dios.

Desde luego era alguien que tenía muy claro dónde reside la fuente de la verdadera celebridad: el Dios de lo alto.
El mayor cameo de cualquier historia fue el de ese Dios Altísimo siendo hombre. Un personaje insignificante, para una notoriedad tan inmensa.

Y así, Jesús se relaciona con Melquisedec. ¿Por qué este acto? Porque somos lo suficientemente importantes para Dios como para que abandone su estatus y se nos presente como por casualidad. La carta a los Hebreos nos lo dirá explícitamente: “Tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores y hecho más sublime que los cielos” (Heb 7:26).

Jesús era “santo”, porque tuvo a bien dedicarse específicamente a nosotros. “Inocente”, porque la pureza resuelve muchos más problemas de lo que pensamos. “Sin mancha y apartado de los pecadores” porque, aunque humano, nunca perdió su naturaleza y se mantuvo fiel a los principios que rigen el Universo.

Y “más sublime que los cielos”, porque jamás nadie tuvo ni tendrá su posición. Es interesante porque, si leemos con detalle, observaremos que lo que parecía una aparición momentánea lo convirtió en un habitual en esta serie llamada Gran Conflicto.

Jesús nos sigue acompañando e intercediendo por nosotros como Sumo Sacerdote, porque ama a la humanidad. ¡Vaya! Pues sí que somos importantes para Dios.

Víctor M. Armenteros es doctor en Filología Semítica por la Universidad de Granada y doctor en Teología (Antiguo Testamento) por la Universidad Adventista del Plata (Argentina). Durante más de una década ha sido profesor de Sagrada Escritura y Lenguas Bíblicas en el Seminario Adventista de España. Actualmente comparte la docencia con la gestión, al ejercer como director de los estudios de posgrado de la Universidad Adventista del Plata y de la sede austral (Argentina, Paraguay y Uruguay) del Seminario Adventista Latinoamericano. Es miembro de la Asociación Española de Estudios Hebreos y Judíos. Ha colaborado como traductor en la Biblia Traducción Interconfesional y forma parte del equipo editorial de la revista DavarLogos. Es, a su vez, autor de diversos artículos sobre escritos bíblicos y literatura rabínica.