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Dietas y coronas

Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible.

1 Corintios 9:25.

Si decidieras convertirte en un luchador de sumo, deberías tomar algunas medidas alimentarias. Tendrías que ingerir la modesta cantidad de 20.000 calorías diarias en dos comidas. Nada de desayunar, que adelgaza, y a tomar una siesta de cuatro horas después de cada comida.

Tu alimento diario sería una especie de cocido que se llama chanko-nabe, y que tiene de todo lo que engorda. Sí, porque un buen sumotori (luchador de sumo) tiene que pesar entre 150 y 200 kilos.

Una dieta especial para uno de los deportes mejor considerados de Japón. La lucha romana, a la que hace mención Pablo, era muy diferente. En lugar de excesos, proponían abstinencias. Para estar más musculados y fuertes, debían realizar muchos ejercicios y evitar alimentos que los engordaran o debilitasen.

Pablo toma ese ejemplo de los deportes de entonces para compararlo con la vida espiritual. Debemos evitar ciertas cosas para obtener la corona que no se marchita. ¿Qué debemos evitar? Pues depende de la corona que desees alcanzar.

En 1 Tesalonicenses 2:19 se habla de la “corona de gozo” para aquellos que llevan el evangelio. Es lógico, un mensajero dice mucho de su mensaje, y si hablamos de “buenas noticias” es muy difícil hacerlo con cara de amargado.

En este caso, para obtener esa corona habría que abstenerse de actitudes negativas, de pesimismo, de mortificación. Una buena dieta para ser una persona más alegre, también. En 2 Timoteo 4:8 se menciona la “corona de justicia” para los que de verdad aman la segunda venida de Jesús.

¿Cuáles debieran ser las abstinencias? Pues, menos egoísmo, menos intereses personales por encima de los de los demás, menos subjetivismo. Habría que incrementar la empatía y la solidaridad. La dieta para ser justo es bien estricta frente al más mínimo fallo, porque enseguida se agregan kilos de descrédito.

1 Pedro 5:4 habla de la “corona de gloria” para apacentar la grey del Señor. Esta es una competición muy dura, porque muchos quieren acceder a ella pero no llegan preparados.

Para ser una buena persona de influencia se necesita eliminar el afán de protagonismo, el ansia por los primeros puestos, el anhelo de control. Se precisan muchas dosis de humildad, de oración y de sabiduría para finalizar esta competición.

Todos tenemos una corona preparada para nosotros, y eso implica que todos tenemos nuestras luchas. Pidamos a Dios que nos asesore adecuadamente para saber de qué abstenernos y obtener la corona de vida.

Víctor M. Armenteros es doctor en Filología Semítica por la Universidad de Granada y doctor en Teología (Antiguo Testamento) por la Universidad Adventista del Plata (Argentina). Durante más de una década ha sido profesor de Sagrada Escritura y Lenguas Bíblicas en el Seminario Adventista de España. Actualmente comparte la docencia con la gestión, al ejercer como director de los estudios de posgrado de la Universidad Adventista del Plata y de la sede austral (Argentina, Paraguay y Uruguay) del Seminario Adventista Latinoamericano. Es miembro de la Asociación Española de Estudios Hebreos y Judíos. Ha colaborado como traductor en la Biblia Traducción Interconfesional y forma parte del equipo editorial de la revista DavarLogos. Es, a su vez, autor de diversos artículos sobre escritos bíblicos y literatura rabínica.