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Hermoseará a los humildes

Jehová tiene contentamiento en su pueblo; hermoseará a los humildes con la salvación.

Salmo 149:4.

Durante la temporada de baloncesto de la NBA de 1998-1999, San Antonio se coronó campeón al derrotar a Nueva York. La combinación de las “Torres Gemelas”, David Robinson y Tim Duncan, le dio una ventaja a San Antonio que supo aprovechar.

La experiencia de Robinson y la juventud de Duncan fueron demasiado para Nueva York. Ahora bien, aunque todos sabían que Robinson había sido un factor clave para ganar el campeonato, Duncan fue nombrado Jugador Más Valioso de las finales. Robinson ya llevaba diez años en la liga y Duncan apenas jugaba su segunda temporada.

Muchos consideraron injusta la decisión, y Robinson se refirió a ello en un artículo de la revista Sports Illustrated. Él admite que le habría encantando recibir ese trofeo, que se sintió extraño al ver a Duncan recibir el tan preciado galardón, pero que su fe lo “ha ayudado a lidiar con muchas cosas, incluyendo el ego y el orgullo”.

Y mientras veía a Duncan parado en el podio, pensó en la historia cuando David ayudó a Saúl a obtener la victoria sobre los enemigos de Israel; y en cómo Saúl no disfrutó el triunfo porque no le gustó que la gente dijera: “Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles” (1 Sam. 18:7). Finalmente, Robinson agregó: “Tengo la bendición de que Dios me haya dado la capacidad de disfrutar la victoria. Entonces, Tim ‘mató a sus diez miles’. Genial. Estoy feliz por él”.

David Robinson nos ha ofrecido un solemne ejemplo de humildad. Como dice el poema Desiderata, “siempre habrá personas más grandes y más pequeñas que tú”. De ahí que el mejor camino es el que Robinson siguió, que es, además, el recomendado por Pablo: “No hagan nada por rivalidad o por orgullo, sino con humildad, y que cada uno considere a los demás como mejores que él mismo” (Fil. 2:3, DHH).

Lo que necesitamos es humildad, no fomentar la rivalidad. Sí, sé que eso no cuadra con un mundo donde la competitividad lo es todo; pero una de las cosas grandes e inescrutables que Dios lleva a cabo es poner “en alto a los humildes” (Job 5:11).

No olvidemos que el Señor “da gracia a los humildes” (Sant. 4:6), y muy pronto “hermoseará a los humildes con la salvación” (Sal. 149:4). ¿No te gustaría recibir esa promesa?

J. Vladimir Polanco se ha desempeñado como pastor, profesor de teología y editor. Es el Editor de Publicaciones Teológicas de IADPA y director de la revista misionera "Prioridades", publicada mensualmente en cinco idiomas. El es el autor de varios libros.