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Tatuados a amor

Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo; porque fuerte como la muerte es el amor.

Cantares 8:6.

Reconozco que no me siento identificado con la moda de los tatuajes. Entiendo que no hay consonancia entre moda (algo temporal) y tatuaje (algo bastante permanente). Eso no quita que no me haya encontrado con situaciones curiosas con relación a este tema.

En una ocasión, en un restaurante bonaerense, le pregunté a un camarero acerca de su tatuaje porque me resultaba muy extraño. Me reconoció que era el resultado de una mala decisión y que estaba reconstruyendo lo que le habían tatuado anteriormente. A mi parecer, continuaba siendo una mala decisión.

En otra ocasión, en una tienda de tecnología valenciana, uno de los dependientes tenía escrito su nombre en el antebrazo, y en hebreo. Estaba mal escrito, y me admitió que no conocía esa lengua y que yo era la primera persona que le hacía referencia al error. No le dio demasiada importancia porque casi nadie lee hebreo. Espero que no viaje a Israel.

Otra vez, en mi casa entrerriana, vi que una alumna llevaba un texto precioso de la Biblia en hebreo. Era una muchacha en una etapa rebelde, y me reconoció que lo había puesto en esa lengua para que sus “amigos” no supieran lo que significaba.

Tres tatuajes, tres estilos de vida. Primero, malas decisiones que no sabemos resolver. Segundo, malas decisiones que no nos importa resolver. Tercero, buenas decisiones que decidimos esconder.

Cómo me gustaría que todos ellos tuvieran la certeza de que pueden llevar otro tipo de tatuaje. El verdadero Tatuador no lo hace a tinta, ni a herida ni a fuego; Jesús marca a amor. Como dice Elena de White: “El alma sincera y contrita es preciosa a la vista de Dios.

Él pone su señal sobre los hombres, no según su jerarquía ni su riqueza, ni por su grandeza intelectual, sino por su unidad con Cristo. El Señor de gloria queda satisfecho con los que son mansos y humildes de corazón” (El Deseado de todas las gentes, p. 404).

Un tatuaje hecho a amor no solo nos permite construir un carácter equilibrado y armonioso, no solo nos aporta sensibilidad ante lo incorrecto, no solo nos convierte en valientes de la fe, nos hace benignos.

La marca de Jesús manifestada en el día a día nos lleva a ir más allá de las buenas decisiones, nos permite hacer el bien. ¿Qué te parece? ¿Nos tatuamos a amor?

Víctor M. Armenteros es doctor en Filología Semítica por la Universidad de Granada y doctor en Teología (Antiguo Testamento) por la Universidad Adventista del Plata (Argentina). Durante más de una década ha sido profesor de Sagrada Escritura y Lenguas Bíblicas en el Seminario Adventista de España. Actualmente comparte la docencia con la gestión, al ejercer como director de los estudios de posgrado de la Universidad Adventista del Plata y de la sede austral (Argentina, Paraguay y Uruguay) del Seminario Adventista Latinoamericano. Es miembro de la Asociación Española de Estudios Hebreos y Judíos. Ha colaborado como traductor en la Biblia Traducción Interconfesional y forma parte del equipo editorial de la revista DavarLogos. Es, a su vez, autor de diversos artículos sobre escritos bíblicos y literatura rabínica.