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¡Qué bueno!

Y vio Dios todo cuanto había hecho, y era bueno en gran manera.

Génesis 1:31.

Quiero compartir contigo una norma básica de la interpretación bíblica: si una frase se repite mucho en un texto es debido a que es relevante. Hay varias expresiones que redundan en el primer capítulo de Génesis, y que te sugiero que investigues, pero hay una que me parece de impacto existencial: “Que era bueno”. De tanto en tanto, el relato de la Creación nos recuerda cómo fue el proceso de formación de este mundo.

La expresión en el original (ki tov) es mucho más que una síntesis o evaluación analítica, es una exclamación plena de satisfacción. Podíamos traducirla como: “¡Qué bueno!” A Dios no solo le es connatural crear sino que disfruta con ello. Le encanta hacer las cosas y hacerlas bien, mira cada una de las particularidades de su obra y se regodea en ellas.

Seguro que les ha pasado alguna vez. Han planificado cada detalle de una comida, realizado la lista de todo lo que necesitan, elaborado con precisión cada producto, invitado con cariño a cada familiar o amigo, puesto la mesa con todo lujo de detalles, y al final, tras saborear con minuciosidad el primer plato, alguien exclama: “¡Qué bueno!”

Entonces, con una sonrisa dibujada en el rostro, han sentido el placer del trabajo bien hecho.
La palabra “bueno” (tov) es, en primer lugar, una constatación de la naturaleza de Dios. Dios es el Bien en mayúsculas, no hay nada más sublime que lo que él es y hace.

Su obra, por tanto, no podría ser de otra manera: una creación excelsa. Además, la palabra va más allá de lo bueno como positivo porque incluye el significado de “útil” y “bello”. Lo bueno no es algo espiritualoide sino bien provechoso, es útil.

Lo bueno, en la mentalidad bíblica, se asocia con lo práctico, con lo cotidiano. Lo bueno, además, es hermoso. La belleza forma parte de la naturaleza, de lo bien hecho. No hay mejor trabajo que hacer algo que sea positivo, que sea útil y además bello. Es como para mirar a Dios y decirle abiertamente:

“¡Qué bien lo has hecho! ¡Qué bueno!” Ese Dios del relato no ha cambiado. Jehová todavía es el mismo. Le continúa gustando hacer las cosas bien y ver cómo sus criaturas lo imitan. No sabes cuánta satisfacción siente cuando eres bondadoso, cuando llevas tu religión a la práctica y cuando embelleces este mundo con tus sonrisas.

Sabiendo esto, ¡qué bien estaría que hoy, una vez más, hicieras que Dios se encuentre satisfecho de su creación, de ti!

Víctor M. Armenteros es doctor en Filología Semítica por la Universidad de Granada y doctor en Teología (Antiguo Testamento) por la Universidad Adventista del Plata (Argentina). Durante más de una década ha sido profesor de Sagrada Escritura y Lenguas Bíblicas en el Seminario Adventista de España. Actualmente comparte la docencia con la gestión, al ejercer como director de los estudios de posgrado de la Universidad Adventista del Plata y de la sede austral (Argentina, Paraguay y Uruguay) del Seminario Adventista Latinoamericano. Es miembro de la Asociación Española de Estudios Hebreos y Judíos. Ha colaborado como traductor en la Biblia Traducción Interconfesional y forma parte del equipo editorial de la revista DavarLogos. Es, a su vez, autor de diversos artículos sobre escritos bíblicos y literatura rabínica.