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¡Tú eres nuestro padre!

¡Tú eres nuestro padre! […] Tú, Señor, eres nuestro padre; desde siempre eres nuestro redentor

Isaías 63:16, DHH.

Cuando sus discípulos le pidieron a Jesús que les enseñara a orar, la primera lección que el Maestro les dio al respecto la encontramos en estas palabras: “Cuando oren, digan: ‘Padre’ ” (Luc. 11:2, DHH).

Aunque a causa del pecado sabemos que la relación entre un padre y un hijo no siempre es funcional, dentro de lo que es lo común y corriente entre nosotros, ¿cómo hablamos con nuestros padres terrenales? ¿Recurrimos a un vocabulario florido y rimbombante al comunicarnos con ellos? No, por supuesto que no.

De las palabras de Jesús se desprende que los discípulos oraban, pero no como quien hablaba con un Dios que era su Padre y que los amaba. Al orar tenían que entender que estaban hablando con un miembro de la familia, sin “vanas repeticiones” ni mucha “palabrería” (Mat. 6:7).
Esto contrasta mucho con la manera en que la gente de la época de Cristo se dirigía a sus dioses.

El historiador Eusebio de Cesarea cita un ejemplo de cómo los romanos se dirigían a sus dioses en la figura del emperador: “El emperador César, Galerio, Maximiano, Invicto, Augusto, Pontífice, Máximo, Germánico Máximo, Egipcio Máximo, Febeo Máximo, Sármata Máximo cinco veces, Persa Máximo dos veces, Carpo Máximo seis veces, Armenio Máximo, Adiabeno Máximo, Tribuno de la plebe veinte veces, imperator por diecinueve veces, cónsul por ocho, padre de la patria, procónsul”.

Lamentablemente, muchos cristianos caemos en la misma trampa: oramos como si estuviéramos hablando con el emperador y creemos que cuantos más adjetivos usemos para referirnos a Dios, más pronto nos escuchará.

Lo que tenemos que hacer es dirigirnos a él como nuestro Padre. Él no requiere un mejor título que ese. Gran parte de los especialistas bíblicos suponen que el Padrenuestro comienza con el vocablo arameo abba.

El Talmud de Babilonia registra que abba es la primera palabra del niño “cuando deja el pecho y comienza a comer pan”.227

El niño no se preocupa por el uso correcto de las palabras; el niño solo sabe que, sin importar lo que diga ni cómo lo diga, su padre lo va a escuchar. En la oración, lo significativo no es lo que decimos, sino a quién se lo decimos. Hoy podemos clamar: “¡Tú eres nuestro padre! […] Tú, Señor, eres nuestro padre; desde siempre eres nuestro redentor” (Isa. 63:16, DHH).

227 Citado por A. Ropero, “abba” en Gran diccionario enciclopédico de la Biblia (Barcelona: Editorial CLIE, 2013), p. 4.

J. Vladimir Polanco se ha desempeñado como pastor, profesor de teología y editor. Es el Editor de Publicaciones Teológicas de IADPA y director de la revista misionera "Prioridades", publicada mensualmente en cinco idiomas. El es el autor de varios libros.