Pues él mandará que sus ángeles te cuiden por dondequiera que vayas. Te levantarán con sus manos para que no tropieces con piedra alguna.
Salmo 91: 11, 12
Mateo era un niño que tenía dos años. Estaba dormido bajo una manta en el sofá, mientras su madre hablaba por teléfono. De vez en cuando, la mamá giraba la cabeza para mirar si Mateo seguía durmiendo. De repente, se dio cuenta de que Mateo no estaba. ¡Había desaparecido! Corrió por toda la casa gritando: «¡Mateo! ¡Mateo!». Salió corriendo, gritando: «¡MATEO!», pero no lo encontró por ninguna parte.
Justo cuando estaba a punto de llamar a la policía, pasaron unos vecinos, y les preguntó: «¿Han visto a un niño pequeño en pijama?». Ellos le respondieron que un niño pequeño en pijama estaba jugando en casa de un vecino. Corriendo calle abajo, la madre vio a Mateo acompañado de Skipper, como se llamaba su perrito terrier, y de Jorge y Calcetines (sus gatos), jugando alegremente en la hierba verde y suave del patio del vecino.
Nadie vio a Mateo, Skipper, Jorge y Calcetines dirigirse hasta ese lugar lejano, así que no se sabe cómo llegaron allí. Pero por lo visto, los animales permanecieron al lado de Mateo. Es muy probable que lo estuvieran protegiendo y que lo llevaran a una zona segura para jugar.
Sabemos que Dios envía ángeles para que nos cuiden y nos mantengan a salvo, aunque no los veamos. Pero también creo que a veces los ángeles se parecen mucho a nuestras mascotas favoritas, a nuestros padres o incluso a un amigo de la escuela. La protección de Dios tiene muchas formas y tamaños diferentes.
Piensa en alguna ocasión en la que Dios te protegió de un peligro y dale las gracias.
Joelle.