¿Quién se da cuenta de sus propios errores? ¡Perdona, Señor, mis faltas ocultas!
Salmos 19: 12
El transatlántico Lusitania era el barco de pasajeros más grande y lujoso de los primeros años del siglo pasado. El 7 de mayo de 1915 un submarino le disparó un torpedo y lo hundido en el océano Atlántico, frente a la costa de Irlanda. Casi mil doscientas personas perdieron la vida. El impacto del torpedo produjo una segunda explosión en el interior de la nave. En solo dieciocho minutos el barco se hundió, sin dar tiempo para las operaciones de salvamento de los pasajeros.
Durante muchos años no se supo qué había explotado en el interior del Lusitania, además del torpedo, hasta que finalmente se descubrió el documento original que describía la carga del barco. Además de la carga normal, llevaba un cargamento secreto que consistía en más de sesenta toneladas de municiones de guerra que el torpedo hizo estallar. Esta segunda explosión provocó el hundimiento del transatlántico.
Y tú, ¿albergas en tu vida «materiales explosivos» que podrían estallar? ¿Incurres voluntariamente en comportamientos incorrectos? ¿Mantienes en secreto ciertos actos que tu familia y tus amigos no pueden aprobar? Recuerda que «el pago que da el pecado es la muerte» (Romanos 6: 23).
Tal vez puedas ocultar por un tiempo ese cargamento de explosivos que llevas, pero tarde o temprano explotará. El sabio Salomón nos recuerda que «Dios habrá de pedirnos cuentas de todos nuestros actos, sean buenos o malos, y aunque los hayamos hecho en secreto» (Eclesiastés 12: 14). Tu carga secreta, si la tienes, saldrá a la luz en el juicio de Dios. Entonces, ¿qué le dirás a Dios?
No obstante, hay un mejor camino. Si dejas que Jesús entre en la barca de tu corazón, echará fuera todo lo que destruye tu vida y llegarás a puerto seguro. Nuestro Salvador es tan poderoso que con solo una orden puede calmar las aguas del tempestuoso mar y también transformar los impulsos pecaminosos de nuestro corazón.
¿Te gustaría librarte de ese cargamento extra? Sigue hoy el consejo de Pablo: «Liberémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y […] fijemos la mirada en Jesús» (Hebreos 12: 1-2, RVC).