Porque todo el que es hijo de Dios vence al mundo. Y nuestra fe nos ha dado la victoria sobre el mundo.
1 Juan 5: 4
Uno de los hechos de armas más célebres de los ingleses fue la toma de la ciudad de Quebec en 1759. Esta memorable victoria se logró en las primeras horas de la mañana del 13 de septiembre de aquel año.
Wolfe y mil seiscientos granaderos desembarcaron y silenciosamente comenzaron a ascender una barranca aparentemente inescalable y que, por lo tanto, no estaba resguardada. Finalmente, los británicos surgieron en las así llamadas «llanuras de Abraham» . Delante de ellos estaban las famosas «alturas» , tan empinadas que hasta el intrépido Wolfe se preguntó en cierto momento si sus tropas podrían tomarlas.
En la cima de las «alturas» se encontraba la aparentemente inexpugnable ciudadela ocupada por los franceses. ¿Podrían los atacantes tomar esa posición tan poderosamente defendida? Lo hicieron. A base de sorpresa y disciplina, los británicos derrotaron a los soldados enemigos y con júbilo tomaron posesión de la ciudad.
Pero al ganar la victoria, el valeroso Wolfe había sido mortalmente herido. En el transcurso de la noche fue alcanzado tres veces por cañones enemigos. A la tercera vez perdió la vida. Recibió las noticias del éxito justo antes de expirar. Una débil sonrisa iluminó fugazmente su pálido rostro y dijo con voz entrecortada: «¡La victoria es nuestra!» . Entonces, haciendo uso de las fuerzas que le quedaban, intimó a los hombres que lo rodeaban con estas palabras: «¡Consérvenla!» .
Las palabras del moribundo Wolfe nos hacen recordar el Calvario y la victoria que Jesús obtuvo por nosotros a costa de su vida. Esta victoria es posible por la fe en Cristo (1 Juan 5: 4). Pero, ¿cómo nos capacita la fe en Cristo para vencer? La fe se apropia de la victoria de El Salvador y la reproduce en nuestras vidas. Esa clase de fe nos induce a actuar como cristianos. Tal como en el caso del paralítico que estaba junto al pozo de Betesda y que escuchó a Jesús ordenarle que se levantara, la verdadera fe nos capacita para llevar a cabo lo aparentemente imposible.
Jesús ya venció en tu favor, ¿te gustaría mantenerte victorioso hasta su venida?