El que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido.
Mateo 23:12
¿Te imaginas ser el hijo de uno de los mejores emperadores de la historia de Roma? ¿Tener el privilegio de continuar su legado de paz y justicia? ¿Tener la oportunidad de gobernar un vasto imperio con sabiduría y benevolencia? Eso fue lo que le pasó a Cómodo, el hijo de Marco Aurelio, el último de los llamados «cinco emperadores buenos» .
Pero Cómodo no supo aprovechar esa oportunidad. En vez de seguir el ejemplo de su padre, se dejó llevar por sus pasiones y caprichos. No se ocupó de los asuntos del imperio, sino que se dedicó a sus diversiones y placeres, y llegó a considerarse la encarnación de Hércules.
Cómodo fue un emperador cruel y déspota que luchaba como gladiador en el Coliseo, humillando al pueblo romano y despreciando su dignidad. Ordenó la muerte de muchas personas, incluyendo a sus amigos, a su hermana y otros familiares. Incluso cambió el nombre de Roma por Colonia Commodiana y se hizo adorar como un dios.
Cómodo fue uno de los peores emperadores romanos, un tirano más pendiente de sus luchas en el Coliseo que del bienestar de sus súbditos. Su reinado marcó el fin de la dinastía Antonina y el inicio de una época de guerras civiles y crisis. Su vida terminó trágicamente, estrangulado por el liberto Narciso después de que su amante intentara envenenarlo.
La historia de Cómodo nos enseña que no basta con tener una buena herencia o posición para ser una buena persona; no basta con tener poder o fama para ser feliz o respetado; no basta con hacer lo que nos gusta o nos apetece para vivir plenamente. Lo que realmente importa es tener una relación personal con Dios, el único que puede dar sentido y propósito a nuestra vida; seguir el ejemplo de Jesús, el único que puede enseñarnos a amar y a servir a los demás; y es obedecer la voluntad de Dios, el único que puede guiarnos y bendecimos.
No seas como Cómodo, que desperdició su vida y su reinado por su egoísmo y su orgullo. Sé cómo Jesús, que entregó su vida y su reino por su amor y su humildad. Él te invita a seguirlo y a confiar en él. Él te ofrece una vida abundante y eterna. Él te espera con los brazos abiertos.