Den gracias a Dios por todo.
1 Tesalonicenses 5: 18
Para el cristiano, detrás de cada nube brilla el sol y cada tragedia esconde una bendición.
El pavoroso incendio de Londres empezó el 2 de septiembre de 1666. En cuatro días, dos terceras partes de la ciudad fueron destruidas. Doscientos mil personas se quedaron sin hogar y ochenta y nueve iglesias fueron arrasadas. ¿Habría alguna razón para agradecer a Dios en medio de una situación tan terrible?
Pero esa tragedia escondía una bendición. El fuego destruyó la antigua ciudad de Londres, con sus cloacas abiertas, sus viejos edificios de madera, sus barrios bajos y calles sucias. La ciudad fue reconstruida con nuevos edificios y mejores sistemas de drenaje.
Parece que el fuego tuvo un efecto purificador en el aire. Mató a miles de ratas y destruyó gérmenes de la peste bubónica, la cual había arrebatado la vida de muchos en años anteriores. Lo que pareció una tragedia en aquel momento resultó ser una bendición, pues salvó miles de vidas y convirtió a Londres en un lugar mejor para vivir.
Otro ejemplo de bendición salida de una tragedia lo encontramos en lo que sucedió a Corrie ten Boom y a su hermana Betsie, quienes estaban en un campo de concentración alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Un día las hermanas fueron trasladadas a la Barraca 28, que estaba llena de moscas. Ellas no veían cómo podrían vivir en un lugar tan sucio y agradecer a Dios por ello. Betsie leyó el versículo de hoy.
—¿No ves? —dijo—. Debemos agradecer a Dios por todo.
Algunos días después, descubrieron que, por causa de las moscas, los guardianes no entraban en la alcoba. Así las dos hermanas tenían libertad de leer sus Biblias y testificar, lo cual de otra manera no hubieran podido hacer.
Dios tiene un propósito para todo lo que permite en tu vida. Él puede convertir el mal en bien y la tristeza en gozo. Él puede hacer que tu tragedia sea una bendición para ti y para otros. Él es fiel y te dará la fuerza y la paz que necesitas para enfrentar cualquier situación.