Lo mejor es dejar de considerar que todas las cosas desagradables son interrupciones de la vida ‘real’ o ‘propia’ de uno.
C. S. Lewis.
Elie Wiesel, sobreviviente de los campos de concentración nazis, cuenta la historia de un hombre que, cada vez que se desahogaba con su amigo por los “golpes” que recibía en la vida, este le respondía: “Pudo haber sido peor”.
—Me dejó mi novia —le dijo en una ocasión.
—Pudo haber sido peor —le respondió su amigo.
—Me echaron del trabajo —le contó en otra oportunidad.
—Pudo haber sido peor —comentó de nuevo su amigo.
—Perdí mi casa.
—Pudo haber sido peor.
Cansado de oír siempre lo mismo, un día reaccionó:
—¿¡Podrías decirme cómo “pudo haber sido peor”!?
—Pudo haberme pasado a mí —dijo el amigo.113
He ahí una diferencia radical entre la perspectiva humana y la divina: nosotros nos aferramos a nuestra zona de confort; en cambio Jesús, pudiendo haber evitado sufrir todo lo que sufrió en esta tierra, decidió venir. Voluntariamente dijo: “Lo peor que me va a pasar es morir por una raza desobediente, pero eso peor que me puede pasar a mí es lo mejor que les puede pasar a ellos”.
Por eso, “aunque existía con el mismo ser de Dios, no se aferró a su igualdad con él, sino que renunció a lo que era suyo y tomó naturaleza de siervo. Haciéndose como todos los hombres y presentándose como un hombre cualquiera, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte” (Fil. 2:6-8). Con razón el apóstol Pablo nos exhorta: “Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús” (Fil. 2:5, LBLA).
Sin embargo, nosotras vemos las interrupciones/problemas/dificultades de la vida como algo indeseable, una copa que bajo ningún concepto queremos beber. Lo cierto es que, como dijo C. S. Lewis, “lo que uno llama interrupciones son precisamente la vida; esa vida que Dios le manda a uno día a día”. Y nos la manda porque sabe que es lo que necesitamos para desarrollar un carácter maduro que dé buen testimonio de él.
No te resistas a lo que te saca por la fuerza de tu zona de confort, porque son oportunidades valiosísimas para desarrollar una experiencia de fe.
“Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:5, LBLA).
113 John Ortberg, Un amor más allá de la razón (Grand Rapids, Míchigan: Editorial Vida, 2004), p. 219.