Cuando finalmente entró en razón, se dijo a sí mismo: «En casa, hasta los jornaleros tienen comida de sobra, ¡y aquí estoy yo, muriéndome de hambre!».
Lucas 15: 17, NTV.
HOY HAREMOS UN EXPERIMENTO CON agua a diferentes temperaturas.
Necesitarás un vaso con agua caliente, otro vaso con agua fría. Vierte una cucharadita de bicarbonato sódico en cada vaso y observa que ocurre. El bicarbonato burbujea cuando entra en contacto con el agua caliente, porque el calor genera una reacción que libera burbujas de dióxido de carbono, cosa que no ocurre cuando el bicarbonato entra en contacto con el agua fría.
Nosotros también podemos sentir los efectos de estar fríos o calientes espiritualmente. Cuando oímos la voz de Dios y nos arrepentimos de nuestros pecados, nuestro cálido corazón (tal como el vaso de agua caliente del experimento) «burbujea» de esperanza al recordar sus promesas de amor y perdón. Entonces, nuestro impulso natural es el de regresar a los brazos del Padre inmediatamente.
Sin embargo, si estamos fríos, no logramos responder a las promesas de Dios (Lee Lucas 15: 11-32). Por el contrario, nos asustamos y nos distanciamos de él. ¿Conoces la parábola del hijo pródigo? Un hijo se distanció de su padre y su corazón se enfrió. Esto le causó mucho sufrimiento a aquel joven, pero lo bueno es que reconoció sus errores cuando aún estaba a tiempo.
Aun así, ¡ten cuidado! Lo mejor es que no hagas como el hijo pródigo; esto puede ser muy peligroso. No desprecies el amor ni la protección de Dios por ir tras cosas que parecen brindarte felicidad, pero que en realidad no lo hacen.
No esperes a perder lo que tienes para entonces comenzar a valorarlo. ¡Entra en razón ahora! Permanece siempre cerca de Dios. Él es quien puede, con su gran amor, proporcionar calidez a tu corazón cada día.
