Aunque sus pecados sean como el rojo más vivo, yo los dejaré blancos como la nieve; aunque sean como tela teñida de púrpura, yo los dejaré blancos como la lana.
Isaías 1: 18
Hace algún tiempo, un alumno acudió a ver a un profesor que estaba muy preocupado por su condición espiritual. Cuando el profesor le preguntó si había confesado sus pecados, el alumno respondió: «No, he cometido muchos pecados. Siento que debo enmendar mi vida antes de que Dios pueda otorgarme su perdón» . Aquel joven no entendía cómo obra la misericordia de Dios. El profesor le explicó que, aunque hubiera cometido muchos pecados, lo único que necesitaba hacer era arrepentirse y confesarlos.
Hace mucho tiempo, un antiguo rey de Sajonia lideró a su ejército para reprimir una rebelión. Tras derrotar a los rebeldes, estableció temporalmente su cuartel general en un antiguo castillo. En la entrada del castillo, encendió una antorcha y proclamó que todos los rebeldes que se presentaran mientras la llama ardía serían perdonados. Sin embargo, una vez que la antorcha se extinguiera, no habría más misericordia.
Así como el profesor le mostró al alumno el camino del perdón, Dios también nos invita a acercarnos a él con un corazón arrepentido. No importa cuán grandes o pequeños sean nuestros pecados, él está dispuesto a perdonar y a limpiarnos de toda maldad. Pero para recibir su perdón, debemos reconocer nuestra culpa y confesarla sinceramente.
Algunas personas piensan que no necesitan el perdón de Dios, porque no han hecho nada malo o porque sus buenas obras compensan sus faltas. Sin embargo, la Biblia dice que todos hemos pecado y estamos condenados a la muerte (ver Romanos 3: 23). Otras podrían pensar que sus pecados son tan graves que Dios nunca los perdonaría, pero Dios es rico en misericordia y su amor es más grande que nuestro pecado (ver Efesios 2: 4).
Hoy en día todavía arde la antorcha del amor perdonador de Dios. La invitación se extiende a todos para que vengan y acepten su don gratuito de perdón. Sin embargo, la luz está a punto de extinguirse, pronto se apagará el fuego del altar. ¿Despreciaremos la misericordia de Dios? La puerta de la gracia y el perdón está abierta de par en par, y todos aquellos que lo deseen pueden entrar. Hagamos uso de esta oportunidad y recibamos el abundante perdón de Dios.