El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos.
Lucas 4: 18
¿Presos por gusto? Quizás te estés preguntado si existen personas que permanezcan en prisión por su propio gusto y, por asombroso e inverosímil que parezca, es real. Te pondré unos ejemplos:
-Un hombre pidió que su condena de 30 años fuera modificada a 33 porque su estrella de baloncesto, Larry Bird, lucía dicho número en su camiseta. El juez accedió.
-A un joven que fue condenado por robo le redujeron la sentencia con la condición de que viviera en su casa paterna. Pero al poco tiempo pidió regresar a la prisión con el argumento de que sus padres constantemente lo regañaban por sus crímenes y le ordenaban que limpiara su habitación.
-Una prisión en Alemania alquila celdas para las personas que quieren pasar una noche en ellas sin haber cometido un delito. El costo por dormir una noche en calidad de prisionero cuesta alrededor de 50 euros.
El discurso de Jesús, aquel sábado de mañana, pronunciaba la liberación de sus hijos de las garras del enemigo que, hasta entonces, tenía en sus celdas presos del error, de las falsas tradiciones y presos de las cargas impuestas para alcanzar el perdón de Dios. Sus palabras fueron la llave que liberó al mundo entero de la celda del pecado y con su muerte nos dio el perdón y la libertad, libertad que nos abrió el camino hacia el Padre celestial.
Hoy podemos observar que muchas personas siguen en las celdas del enemigo, presas de sus bajos instintos y erróneas creencias, presos de miedos y dudas, e inclusive dejan ver que se han acostumbrado a sus prisiones por la comodidad que les ofrece; como es el caso de los presos de Butyrka en Rusia, una importante prisión que ofrece a los reos el servicio de bronceado artificial y computadoras con Skype para hacer conferencias con sus familiares.
Querida amiga, la buena noticia es que el enemigo no tiene potestad para hacernos presas del pecado, a menos que se lo permitamos. Si alguna vez te sientes cautiva, clama al Señor, recuerda que el precio de tu libertad fue la sangre de nuestro amado Jesús y en él hay perdón en todo momento.