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Jesús dignifica el trabajo

Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo.

Juan 5: 17

Quizá pueda sorprender a algunos que Jesús se refiera a Dios como, en cierto sentido, su modelo «laboral». Pero el creyente familiarizado con la Biblia sabe que el trabajo es una dimensión humana, e incluso espiritual, inalienable. Ya desde las primeras páginas del Génesis, el trabajo constituye una dimensión consustancial a la existencia humana sobre esta tierra.

Ese antiguo texto, quizá de forma aparentemente rudimentaria, expresa, verdades fundamentales que nunca han perdido su actualidad. A la primera pareja humana, creada a imagen de Dios, se le confía como actividad principal nada menos que el cuidado y la conservación del planeta Tierra (Gén. 1: 28; 2: 5, 15). Trabajar para salvaguardar el equilibrio de la naturaleza es favorecer la vida en lo que tiene de único, es decir, participar en la obra de la Creación.

El propio Creador es descrito como un activo artesano (Gén. 2: 2-3; Sal. 8: 4; 102: 26; Jer. 10: 16, etc.) que condena la pereza (Prov. 18: 9; 6: 6; 20: 4; 14: 23; 28: 19; 10:4; 12: 24, etc.) y alaba al hombre trabajador y a la mujer emprendedora (Prov. 22: 29; 31: 10-31).

El trabajo que Jesús realiza y apoya tiene una función ideal de creatividad y servicio, a imitación de la actividad del mismo Dios.

Hoy el trabajo industrializado y mecanizado a ultranza ha dejado de ser para millones de seres humanos un medio privilegiado de realización personal. Al mejorar las condiciones laborales con la tecnología, se han conseguido paradójicamente unos resultados, por un lado, más humanos (en el sentido de que el trabajo es menos penoso físicamente) y por otro más inhumano (en el sentido de que se rebaja al hombre al nivel de instrumento de producción).

Cada vez es más difícil mantener el trabajo como medio de realización personal, como vocación y como fuente de satisfacción. La tendencia es a considerarlo cada vez más como un empleo, una mera forma de ganarnos la vida, incluso una especie de tiempo muerto, o compás de espera, entre dos tiempos libres en una sociedad que potencia al máximo el ocio y la recreación.

Si sucumbimos a esta comprensión de nuestra actividad laboral, estaremos alienando una faceta muy importante de nuestra vida. Si solo trabajamos porque nos vemos obligados por presiones de la vida, convertimos nuestra labor en un simple medio de subsistencia. Y todavía peor, si nos resignamos a estar parados, nos estamos privando de uno de los instrumentos más básicos y efectivos de realización personal, además de nuestro medio más digno de conseguir el sustento.

Líbrame, Señor, de esta doble alineación y dame el gozo de trabajar a gusto.

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