¡Tengan cuidado con toda clase de avaricia! La vida no se mide por cuánto tienen.
Lucas 12:15.
¿Te imaginas tener la oportunidad de caminar con Jesús, cenar en la misma mesa que él todos los días, cantar y orar con él, y además ser llamado «mejor amigo»? Esa era la vida de los discípulos. Judas Iscariote formaba parte de ese grupo misionero de amigos.
Judas se unió a ese grupo con el deseo de participar del reino que Jesús compartía con tanto amor. La intención de ese hombre era obtener un puesto elevado: quería ser uno de los más importantes en el reino. Sin embargo, desde el comienzo de su misión en la Tierra, Jesús explicó que estaba preparando un Reino celestial.
Aun así, como Judas siempre estaba preocupado con el dinero y el poder, persistió en esa idea de un reino poderoso en este mundo. Ese muchacho lleno de avaricia podría haber buscado sabiduría y aprovechado la paz de Jesús al caminar con él. Judas siempre quería más: no eran suficientes las tardes de sanaciones, el brillo en el rostro de los curados, las oraciones entre amigos, los momentos agradables de cena en familia.
En las páginas de la Biblia, se conoce a Judas como el traidor. Su amor al dinero hizo que cometiera una grave injusticia: ¡traicionó a su amigo y Salvador Jesús a los enemigos a cambio de 30 monedas de plata! Claro que su plan de alcanzar poder e influencia en el reino de Jesús no funcionó.
Necesitamos valorar las riquezas genuinas del reino y saber que el Cielo es tan importante porque Jesús habitará con nosotros, y ese es nuestro mayor privilegio.
Mi oración: Señor, quiero formar parte de tu reino. Quiero ser un amigo leal y sabio. Quiero valorar la verdadera riqueza y formar parte de la familia de Jesús.
Ambición: Deseo enorme de tener y ser más que las demás personas; sentimiento de pensar solo en sí mismo y querer cada vez más riquezas, sin ayudar a los demás.