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La viuda más afortunada

Y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del Templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones.

Lucas 2: 37

Laurene Powell es, lo que los medios llaman, la viuda más acaudalada. Tras una larga lucha con el cáncer de su esposo y habiendo perdido la batalla, Laurene heredó una cuantiosa cantidad de dinero tras la muerte de Steve Jobs, el famoso revolucionario de la tecnología Apple.

Yoko Ono también recibió lo suficiente para vivir tras la trágica e inesperada muerte de su esposo, John Lennon. Se dice que en 1980 recibió la cantidad de 386 millones de dólares.

Y así podemos encontrar una interminable lista de mujeres que, con la muerte de su esposo, no quedaron desamparadas; por lo menos, si hablamos de economía.

Ana comenzó su vida matrimonial con la ilusión de toda mujer: tener una familia grande, que era muy común entonces, y miraba el futuro sirviendo a Dios con su esposo. Sin embargo, con apenas siete años de vivir en matrimonio, su esposo murió. No es claro si ella tenía 84 años de edad o si tenía 84 años, que era viuda cuando recibió su fortuna.

Lo relevante es que era una viuda de edad avanzada que seguía prestando su servicio y sus dones al Señor. A los cultos de la mañana asistía, y los de la tarde no se los perdía. El servicio activo le había retribuido ricas bendiciones. Aquel día se levantó tan dispuesta como siempre para trabajar para el Señor, sin saber que ese sería el gran día. Un niño había sido traído al templo para ser presentado por sus padres conforme a la ley. Era un niño nacido en una familia pobre, pues su ofrenda constaba de dos tórtolas.

Pero el Espíritu Santo estaba listo para dar la fortuna más grande a esta devota viuda. No eran monedas como las que recibieron Laurene o Yoko; fue algo más grande. Solo dos personas tuvieron el privilegio de reconocer al Hijo de Dios y Ana fue una de ellas.

Así como a Ana, Dios sigue tan dispuesto a revelar las maravillas de su gracia y amor a todas aquellas mujeres que dediquen por entero su vida al servicio del Señor. Más que oro y plata, la fortuna que habrán de recibir será la presencia constante de Dios y el viaje más esperado a la patria celestial.