Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá y a sus hermanos […]. Eliud engendró a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob. Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo.
Mateo 1: 1-2, 15-16
Me encantan los álbumes de fotografías familiares. En casa los conservamos con amor y cuidado. Me gusta mirar y remirar, volver a encontrarme, de vez en cuando, con esos escasos recuerdos de las vidas de quienes me antecedieron. Miro con respeto estos vestigios de sus vidas, esos documentos que nos hablan, con sus desgastadas fotografías, de quienes transmitieron ese hilo de la vida que me une a mis raíces.
Constato, sin embargo, que muy pocos de mis estudiantes saben el nombre de alguno de sus bisabuelos. Casi ninguno de mis alumnos españoles es capaz de recitar de memoria sus Ocho apellidos vascos o sus Ocho apellidos catalanes, por aludir a las películas que con esos títulos tuvieron un gran éxito en nuestro país en los años 2014 y 2015.
Todavía he observado menor interés entre los estudiantes procedentes de la Europa del este o de países latinos. Entiendo que, a la mayoría de ellos, las turbulencias de nuestro relativamente reciente pasado de guerras, golpes de Estado y regímenes totalitarios les han motivado a desvincularse de sus lazos familiares. Prefieren no mirar atrás. Sus padres y abuelos los han educado con la idea de que conviene olvidar ciertas cosas, de que las huellas dejadas por la memoria histórica pueden en algún momento convertirse en pruebas delatoras.
Por eso hoy tantos jóvenes en muchas de nuestras sociedades no conocen más allá de sus abuelos, y no tienen el menor interés por buscar sus raíces. Precisamente porque algunos de sus antepasados contribuyeron a hacer historia, ellos se contentan con vivir al día.
La Biblia, sin embargo, está llena de páginas de libros de familia. Mateo empieza su Evangelio invitándonos a echar un vistazo al álbum de familia de los antepasados de Jesús, empezando por Abraham hasta llegar a José, el marido de su madre María. Su intención es demostrar al pueblo de Israel, antes que nada, que en Jesús se estaba cumpliendo literalmente la promesa divina a Abraham de que en su posteridad serían benditas todas las familias de la tierra (Gén. 12: 3; 22: 18).
Y esas bendiciones también nos están destinadas, conozcamos o no los nombres de nuestros antepasados.