Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios.
Colosenses 3: 1, NVI.
El 8 de septiembre de 1966, cientos de miles de televisores escucharon por primera vez las palabras introductorias de la serie que más tarde se convertiría en todo un fenómeno cultural: Star Trek. Estas fueron las palabras: «Estos son los viajes de la nave Enterprise. Misión durante los próximos cinco años: explorar nuevos mundos […], llegar adonde jamás ha llegado el ser humano».
El 13 de octubre de 2021, cincuenta y cinco años después del estreno de la serie, William Shatner, uno de los protagonistas de la serie original, se convirtió en la persona de mayor edad en viajar al espacio. Sin embargo, el viaje no transcurrió como esperaba. Dejemos que él mismo nos cuente:
«Mi viaje al espacio se suponía que sería una celebración; en cambio, se sintió como un funeral. Fue uno de los sentimientos más intensos de dolor que jamás haya experimentado. El contraste entre la fría brutalidad del espacio y el cálido cuidado de la Tierra me llenó de una tristeza abrumadora. Todo lo que había pensado estaba equivocado. Todo lo que esperaba ver estaba equivocado. Tuve una experiencia diferente, porque descubrí que la belleza no está allá afuera, está aquí abajo, con todos nosotros. Dejar eso atrás hizo que mi conexión con nuestro pequeño planeta fuera aún más profunda».*
Creo que Shatner quedó decepcionado de lo que debió haber sido una experiencia memorable, no porque esperara encontrar la belleza «allá afuera», sino porque no subió lo suficiente.
Aunque estoy de acuerdo con William Shatner en que nuestro planeta es hermoso y acogedor, también es cierto que existe una belleza superior que tú y yo podemos experimentar. En el pasaje de hoy, Pablo nos invita a buscar las cosas de «arriba»; pero ese «arriba» no se refiere a la atmósfera terrestre, tampoco se refiere al espacio exterior, sino al lugar donde está Cristo».
Allí «Dios ha preparado para los que lo aman cosas que nadie ha visto, ni oído, y ni siquiera pensado» (1 Corintios 2:9). Si buscamos esas bellezas que están «arriba», con Cristo, «donde jamás ha llegado el ser humano», no quedaremos decepcionados.