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Caminar en la luz

Si afirmamos que tenemos comunión con él, pero vivimos en la oscuridad, mentimos y no ponemos en práctica la verdad.

1 Juan 1:6

El versículo de 1 Juan 1:6 nos habla de un contraste profundo entre la luz y la oscuridad; entre la verdad y la mentira. Es un recordatorio de que la vida cristiana no solo se trata de confesar nuestra fe, sino especialmente de vivir de una manera que refleje genuinamente esa fe.

En un pequeño y humilde hogar convertido en iglesia en Turquía tuve el privilegio de compartir el mensaje de Cristo. Después del servicio, un joven llamado Emir se acercó para contarme su historia. Su relato era uno de cambio y revelación, un testimonio del poder transformador de la verdad.

Emir había crecido en una familia musulmana devota, donde las tradiciones y las prácticas religiosas formaban el tejido de su vida cotidiana. Desde su niñez le enseñaron a seguir los pilares del Islam, a respetar el Corán y a vivir según las enseñanzas de su fe. Sin embargo, Emir sentía faltaba algo. A pesar de su devoción y de las prácticas religiosas, había una oscuridad que no podía disipar. Sentía que estaba caminando en sombras.

Un día, por curiosidad, Emir asistió a una reunión cristiana. Allí escuchó por primera vez sobre Jesús, no solo como un profeta, sino como el Hijo de Dios y la luz del mundo. Al principio, luchó con esta nueva enseñanza, temiendo que aceptarla fuera traicionar todo lo que había conocido. Pero cuanto más aprendía, más atraído se sentía por la figura de Jesús, su amor y su sacrificio.

La decisión de seguir a Cristo no fue fácil para Emir. Enfrentó el rechazo y la incomprensión de su familia y amigos. Pero no pudo ignorar la luz que había encontrado en Jesús. Fue como despertar de un largo sueño, y cada paso de fe disipaba las sombras de la duda y el temor.

La historia de Emir nos recuerda que la comunión genuina con Dios nos lleva a vivir en su luz; una luz que ilumina nuestro propio camino y también guía a otros fuera de la oscuridad. Al igual que Emir, estamos llamados a ser testigos de esa luz, a vivir de tal manera que la verdad de nuestra fe sea evidente en cada palabra y cada acción. En la medida en que permanecemos en la luz, nos convertimos en faros de esperanza en un mundo que a menudo está desesperado por encontrar el camino.

Oración: Dios amoroso, gracias por tu luz, que ilumina mi vida.